Diversidad cultural, sociedad civil y ‘buena vida’ en el contexto de la crisis de la Covid-19
CONVERSACIÓN IV (parte dos): Karsten Xuereb @XuerebK (La Valeta, Malta), Piatã Stoklos Kignel @piatask (Sao Paulo, Brasil), Lilian Hanania @LilianHanania (París, Francia), Anna Steinkamp annasteinkamp.de (Berlín, Alemania), Lázaro I. Rodríguez (Panamá), Gökçe Dervişoğlu Okandan #gökçedervişoğluokandan (Estambul, Turquía), Anupama Sekhar (India / Singapur). Coordina: Jordi Baltà @jordibalta […]
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Sobre CONVERSACIONES EN CONFINAMIENTO*: «No hay nada más dañino que un tonto fatuo que se cree periodista.» Escribió Karl Kraus en 1915 durante su auto impuesto confinamiento. Kraus era agorafóbico pero ante la exigencia de los hechos, hacía muy poco que la Primera Guerra Mundial había estallado allá afuera, transformó su casa de Viena en la redacción de Die Fackel (La antorcha), revista de la que desde entonces se convirtió en su único redactor. Según dijo él mismo, declarando con ella su propia guerra contra la desinformación, el estereotipo, el tópico y el lugar común. «En épocas de bancarrota intelectual, lo que se emite en vez de la moneda ilustrativa es el papel moneda del tópico», se lee sin ir más lejos en uno de sus números a propósito de las informaciones sobre la guerra que lee en los periódicos. Nosotros no pretendemos tan altas ambiciones, ni las de Kraus ni las del periodismo. Seguramente repetiremos más de un tópico pero sortearemos lo mejor que podamos los obstáculos del lugar común. Estas conversaciones (en cuarentena) no son pues una guerra contra nada y contra nadie, son, simplemente, una manera de continuar, desde nuestro rincón ahora un poco más enclaustrado, reflexionando en voz alta y con los que nos rodean sobre lo que nos atañe y nos importa: generar juntos las condiciones para que crezcan proyectos que trabajen por el acceso al capital cultural.
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Miembros de la red U40 (grupo informal de académicos, gestores culturales, estudiantes y otras personas interesadas en la diversidad cultural, vinculada a los objetivos de la Convención de UNESCO sobre la Diversidad de las Expresiones Culturales), coordinados por Jordi Baltà, comparten sus perspectivas sobre los efectos personales y profesionales de la crisis derivada por la pandemia en esta segunda parte de CONVERSACIONES EN CONFINAMIENTO IV.
(Segunda de dos partes | Versión en español, para ver la versión en inglés da clic aquí)
4- ¿QUÉ IMPLICACIONES TIENE TODO ESTO PARA LA DIVERSIDAD CULTURAL?
En 2005, la UNESCO adoptó la Convención sobre la Diversidad de las Expresiones Culturales, un documento internacional que busca proteger y promover la diversidad de contenidos en las artes y la cultura, entre otros en los medios digitales. En la base de la Convención se encuentra la voluntad de preservar la diversidad cultural en tiempos de globalización, y la necesidad de que existan políticas culturales y cooperación internacional para proteger y promover dicha diversidad. En vuestra opinión, ¿qué efectos tiene la crisis de la Covid-19 desde la perspectiva de la diversidad de las expresiones culturales?
Karsten: En nuestro contexto, la diversidad de las expresiones culturales es un punto especialmente doloroso. Los grupos culturales tienden a buscar solidaridad y apoyo entre ellos, algo bien comprensible. Sin embargo, los grupos minoritarios, y sobre todo aquellos vinculados a las comunidades migrantes, pueden hallar más dificultades para sostenerse entre ellos, especialmente si se compara a quienes tienen raíces y relaciones más tradicionales con la sociedad maltesa. Entre los retos se encuentran las relaciones sociales, la subsistencia económica, la compra de comida y la preparación para la escuela.
Piatã: De alguna forma la crisis actual pone de relieve las formas de vida indígenas, más conectadas a la naturaleza. En Sao Paulo veo un movimiento de personas residentes en las grandes ciudades que se van a zonas del interior del país en busca de mayor seguridad, para pasar la cuarentena en lugares más protegidos y saludables. No se trata necesariamente de un cambio de comportamiento humano, pues todo puede sencillamente volver a la normalidad en cuanto haya una vacuna, pero esta experiencia puede al menos influenciar a las sociedades en cierto modo, al reconocer y observar distintos valores y formas de vida.
Anupama: La crisis ha conducido a nuevos debates sobre el acceso a la cultura para los grupos migrantes, tanto nacionales como internacionales. Se trata de cuestiones que es muy necesario abordar para construir ciudades resilientes e inclusivas de cara al futuro.
Lilian: La diversidad cultural sufrirá, sin duda, a causa de las dificultades que el sector cultural ha experimentado estos últimos meses, como comentábamos antes. Por otra parte, las formas digitales y colaborativas de crear conducen a ricos intercambios culturales y, en última instancia, si se desarrollan de forma equilibrada y representativa, a la diversidad cultural.
Anna: Creo que el aspecto más evidente es la movilidad. La movilidad de los artistas se sitúa en el centro de la cooperación internacional justa, el libre flujo de bienes y servicios culturales y, por último, también es crucial para el disfrute de una diversidad de expresiones culturales a nivel local. Si el confinamiento y la “prohibición” de viajar solo dura unos meses, el impacto podría ser pequeño; ¿pero qué pasa si dura más tiempo y viajar vuelve a ser algo difícil? ¿Los formatos digitales son sustitutos suficientes?
Lázaro: Considerando las restricciones a la movilidad que apunta Anna, esta crisis ha sido la posibilidad de explorar, tal vez, un proceso de creación, distribución y consumo cultural más ecológico. Otra cuestión importante podría ser la oportunidad de pensar nuestro campo cultural en un enfoque más sistémico vinculado al capitalismo y su marco hegemónico actual: el neoliberalismo. Mi tesis es que los “paquetes de bienestar ilusorio neoliberal” como el de la “economía naranja“ deberían ser disputados volviendo al espíritu de la Convención de la Diversidad de UNESCO: podrías ser emprendedor pero eres parte de una red social de producción simbólica. La oportunidad es reforzar el enfoque cooperativo y colectivo de la cultura.
Gökçe: Hasta ahora, algunas de las organizaciones de la sociedad civil turca que reclaman políticas de apoyo a la cultura habían intentado hacer bandera del mensaje de la Convención, y tendían a dirigirse al público en general. Ahora, con los retos a los que se enfrentan las comunidades artísticas, se ha pasado a dirigir el mensaje a los artistas.
5- EL PAPEL DE LA SOCIEDAD CIVIL
Tanto los retos generados por la crisis de la Covid-19 en el sector cultural como la reflexión sobre la diversidad cultural destacan el importante papel de las organizaciones de la sociedad civil en los debates culturales y en la reclamación de políticas adecuadas. ¿Cuál creéis que debería ser el rol de las organizaciones de la sociedad civil en este contexto, tanto en el plano nacional como en el internacional?
Lázaro: Las respuestas a la crisis han expuesto el potencial de encontrar soluciones colectivas a problemas comunes. La metáfora del coronavirus como “enemigo común” y la “guerra” de respuestas interdependientes, ligada a la búsqueda de soluciones multilaterales, multi-agente y colectivas, es una mesa servida para que la sociedad civil, en el caso del sector cultural latinoamericano, se organice y haga propuestas para la coproducción, la cocreación y la codistribución, entre otras medidas que requieren acciones mejor coordinadas y con mayor incidencia. Un ejemplo podría ser el nuevo fondo culinario de Ibercocinas para el desarrollo sostenible, que apoyará iniciativas colectivas y que contribuyan a resolver problemáticas locales a través de la cultura. Quizás la nueva financiación llevará a priorizar inversiones en el tejido social y no en emprendedores o creativos individuales.
Anna: Creo que el rol de la sociedad civil sigue siendo más o menos el mismo: sensibilizar sobre los intereses y roles de los artistas y los profesionales de la cultura para una sociedad sostenible y sana, ser un remedio, proponer soluciones y naturalmente “hacer presión” en cuanto a las políticas. Muchos efectos, como el inmenso vacío que genera en nuestras vidas el confinamiento de la cultura y, con él, una mayor conciencia de su importancia, deberán verse reflejados y recordados cuando “volvamos a la (nueva) normalidad”, y especialmente cuando se trate de repensar los sistemas políticos, las infraestructuras, los programas de remuneración, las prestaciones sociales, etc. Aquí se necesitará que la voz de la cultura sea alta y clara. Para poder oír voces de la cultura entre los muchos lobbies del automóvil o las farmacéuticas, las organizaciones de la sociedad civil deben unirse, como ya están haciendo, más que nunca.
Piatã: Creo que la sociedad civil mantiene su rol de concienciación y desarrollo de redes que reclaman políticas, promueven debates en profundidad sobre distintos temas y llevan a cabo nuevas acciones. La sociedad civil debe ser siempre la base de cualquier sociedad, haciendo un control de las acciones de sus representantes electos, y reclamando y aportando ideas y proyectos prácticos. Pero el contexto en el que vivimos ahora también ofrece muchas oportunidades, porque hay más gente abierta a las conexiones internacionales en línea, y esto ofrece más reflexión y acción concertadas, como vemos en numerosos foros.
Anupama: Creo que esta crisis nos ha recordado que es la hora de construir nuevas solidaridades entre las organizaciones culturales del Sur Global. En los últimos años ha habido varios diálogos sobre una alianza del Sur Global. El dramaturgo y pensador cultural sudafricano Mike van Graan ha sido uno de los grandes promotores de esta idea. El año pasado en Dhaka (Bangladesh), en el Chobi Mela – el primer festival de fotografía de Asia -, tuvieron lugar conversaciones muy interesantes en torno a la necesidad urgente de disponer de relaciones sostenidas entre las organizaciones sin ánimo de lucro del sur de Asia. No únicamente entre quienes trabajan en cultura, sino una alianza más general de la sociedad civil, como espacio seguro para intercambios informales. Compartir historias de nuestros fracasos (por ejemplo, aquella estrategia de captación de recursos que no consiguió nada) tiene un gran valor, y lo hacemos muy raramente. Ahora es el momento de nuevos tipos de alianzas, colaboraciones y solidaridades panasiáticas. El futuro de la cultura puede ser difícil: sin duda, necesitaremos aliados, viejos y nuevos, que nos acompañen en el camino.
Gökçe: Hay varias iniciativas que buscan construir círculos de solidaridad y desarrollar instituciones y plataformas representativas para situarse entre los grandes agentes que inciden en el desarrollo de políticas culturales. El ejemplo de las cooperativas teatrales demuestra que los grupos organizados pueden tener más éxito. Hay cada vez más grupos interesados en las iniciativas de recogida de datos, llevando a cabo investigaciones antes y después de la época de la pandemia.
6- ÚLTIMAS REFLEXIONES: ¿DEBEMOS REPENSAR NUESTRA NOCIÓN DE LA “BUENA VIDA”?
La crisis ha ofrecido oportunidades para leer, reflexionar y debatir, y con ello el espacio de reconsiderar el lugar de la cultura en la sociedad, y como tenerlo en cuenta en las políticas y las estrategias. ¿Qué últimas reflexiones deseáis hacer?
Karsten: Un área que está llamando la atención aquí es la relación entre educación y cultura. Una amiga mía lo explicó de forma interesante diciendo que como profesora sentía que, mientras que antes de la situación actual su trabajo educativo podía compararse a ir en bicicleta en grupo, descubriendo paisajes, a veces liderando y guiando desde adelante, y otras veces animando a sus alumnos a tomar la iniciativa de explorar y desarrollar nuevas rutas de aprendizaje, ahora parece que cada uno esté en una bicicleta estática en casa, conectados pero de formas muy tangenciales. Y por encima de todo sin tener la seguridad de adónde se va, si es que se va a alguna parte…
Piatã: La crisis refuerza el debate sobre el tipo de sociedad y de economía que queremos y que necesitamos para el desarrollo sostenible. Esto significa que, por una parte, deberemos definir como protegerán los gobiernos al sector cultural, y por la otra el sector cultural deberá hallar nuevas formas de protegerse de futuras crisis. A nivel individual vemos a personas que reflexionan y debaten sobre el tiempo que pasan con sus hijos y familias en casa, la vida económica de las ciudades, cómo Internet puede facilitar y ofrecer tiempo libre para uno mismo, la importancia de equilibrar bien la vida profesional y personal, y tantos otros aspectos que hoy configuran nuestra cultura, el impacto de nuestro modo de vida en el medio ambiente, etc. Como ha dicho Karsten, la relación entre la cultura y la educación, esta nueva cultura que surge actualmente puede y debe reeducar a la gente en todos estos aspectos y muchos otros.
Lilian: Concuerdo con Piatã. Esta es una oportunidad de repensar el rol de los gobiernos, de las organizaciones internacionales (gubiernamentales o no gubernamentales), del sector cultural en sí mismo, pero también de las empresas de otros sectores, por ejemplo las iniciativas de empresas de todos los tamaños que demuestren su implicación social, solidaridad, valores sociales, etc., incluido un fuerte acento en el apoyo a la producción y la acción cultural sostenibles durante este periodo difícil. La cultura debería ser clave en las acciones de estos agentes.
Anna: Yo también deseo que haya una reflexión y nuevas formas de vida, en las que el bienestar de los seres humanos y del planeta Tierra sea más importante que el crecimiento económico y el poder. Veo una gran oportunidad ante nosotros.
Lázaro: En términos de cooperación, deberían diseñarse nuevas herramientas no solo para responder a la emergencia sino también para crear instrumentos culturales futuros, ya necesarios, para la gobernanza, la financiación y la cooperación. Ir más allá de las Convenciones Culturales de UNESCO debería ser una forma de ir más allá de la aproximación “departamental” a la cultura que UNESCO ha promovido durante 75 años. Los nuevos Indicadores Cultura2030 deberían ser un nuevo marco para diseñar las convenciones futuras, que en mi opinión deben tratar cuestiones como el trabajo cultural y creativo; la inteligencia artificial creativa; los conflictos culturales y las competencias interculturales, y naturalmente los derechos culturales interseccionales. Como parte de los proyectos del mecanismo de expertos de UNESCO, estamos trabajando en una Estrategia Centroamericana de Integración Cultural Regional basada en esta nueva herramienta.
Gökçe: Creo que habrá tensiones para encontrar el equilibrio entre una organización artística orientada a los datos y el análisis, como agente que promueve políticas, por un lado, y las intervenciones libres, basadas en la creatividad, orientadas a las prácticas disruptivas y de auténtica producción artística, por el otro. Ambos elementos son inseparables. Si la comunicación entre estos ámbitos se pierde, sufriremos más en la creciente era de la post-verdad y de la derecha populista.
Anupama: En el sector cultural, espero que esta crisis conduzca a las organizaciones que financian la cultura a experimentar con nuevas formas de trabajar, y entre ellas la búsqueda de más sinergias. Filosóficamente, como Anna, yo también espero que la Humanidad repiense su definición de la “buena vida”. A menudo hemos confundido el crecimiento económico con el progreso y el desarrollo. Hay otras formas menos consumistas y más sostenibles y significativas de vivir como sociedad. ¿La pandemia nos alentará a abrazar estas formas alternativas de dar significado? Esta es la pregunta del millón para nuestras vidas y para el lugar de la cultura en ellas.
Quedan, ciertamente, muchas preguntas pendiente, y la reflexión continuará.
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Han participado en el debate:
Gökçe Dervişoğlu Okandan es académica, consultora y mentora de la Universidad Bilgi de Estambul (Turquía). Es profesora asociada en los grados y posgrados de gestión cultural y artística y directora del programa LITE de aprendizaje, innovación, tecnología y emprendedurismo.
Lilian Hanania es abogada y mediadora francesa y brasileña, doctora en Derecho Internacional (Universidad París 1 – Panthéon-Sorbonne), experta en derecho colaborativo y profesora adjunta en Sciences Po París y la Universidad París Descartes. Más información en www.hananiaconsult.com
Lázaro I. Rodríguez es consultor internacional en política cultural, y ha trabajado con varias organizaciones internacionales, como UNESCO, PNUD y el Banco Interamericano de Desarrollo, así como con agencias de desarrollo como AECID e Hivos. Actualmente vive y trabaja en Panamá.
Anupama Sekhar es una gestora cultural india, que reside actualmente en Singapur y trabaja en la promoción de la cooperación cultural entre Asia y Europa.
Anna Steinkamp trabaja como consultora independiente en cooperación cultural internacional y gestión de proyectos, con sede en Berlín. Su especialidad son las estrategias para las redes de cooperación cultural y la oferta de consultoría estratégica para agentes del ámbito del diálogo internacional. Además, facilita proyectos culturales. Ver www.annasteinkamp.de
Piatã Stoklos Kignel es gestor cultural y director de Agência PSK, agencia de consultoría y producción para empresas culturales y educativas, con sede en Sao Paulo (Brasil). Cuenta con una variada experiencia profesional en organizaciones públicas, privadas y sin ánimo de lucro y ha dado clases en varios programas de gestión cultural.
El Dr Karsten Xuereb hace investigación y formación sobre las relaciones culturales en el Mediterráneo en la Universidad de Malta. Participa activamente en la sociedad civil, y es miembro de la Ruta de los Fenicios y de la Bienal de Jóvenes Artistas de Europa y el Mediterráneo. Sus textos se pueden encontrar en https://culturalpolicy.blog/.
El debate fue facilitado por Jordi Baltà Portolés (Trànsit Projectes), también miembro de la red U40.