CONVERSACIÓN V: Estefanía Rodero @EstefaniaRodero, socióloga de la cultura especializada en identidades, relatos y territorio; Gemma Carbo @carboribu, directora del Museu de la Vida Rural – Fundació Carulla y presidenta de la Fundació Interarts; Jorge Fernandez León @Fjorgefleon, director de programas de la Fundación Municipal de Cultura de Gijón @Culturagijon, y Patrono de la Academia de España en Roma & Angel Mestres, @mestresbcn, director de Trànsit Projectes @TransitCultura (con aportaciones de Colectivo Lento @colectivolento) […]

* * *

Sobre CONVERSACIONES EN CONFINAMIENTO*: «No hay nada más dañino que un tonto fatuo que se cree periodista.» Escribió Karl Kraus en 1915 durante su auto impuesto confinamiento. Kraus era agorafóbico pero ante la exigencia de los hechos, hacía muy poco que la Primera Guerra Mundial había estallado allá afuera, transformó su casa de Viena en la redacción de Die Fackel (La antorcha), revista de la que desde entonces se convirtió en su único redactor. Según dijo él mismo, declarando con ella su propia guerra contra la desinformación, el estereotipo, el tópico y el lugar común. «En épocas de bancarrota intelectual, lo que se emite en vez de la moneda ilustrativa es el papel moneda del tópico», se lee sin ir más lejos en uno de sus números a propósito de las informaciones sobre la guerra que lee en los periódicos. Nosotros no pretendemos tan altas ambiciones, ni las de Kraus ni las del periodismo. Seguramente repetiremos más de un tópico pero sortearemos lo mejor que podamos los obstáculos del lugar común. Estas conversaciones (en cuarentena) no son pues una guerra contra nada y contra nadie, son, simplemente, una manera de continuar, desde nuestro rincón ahora un poco más enclaustrado, reflexionando en voz alta y con los que nos rodean sobre lo que nos atañe y nos importa: generar juntos las condiciones para que crezcan proyectos que trabajen por el acceso al capital cultural.

* * *

«Cuando hablamos de algunos de nuestros problemas más acuciantes, como venía siendo desde hace tiempo el cambio climático o, ya en estos días, el coronavirus, tiende a deslizarse en nuestra habla una dicotomía antigua. Me refiero a la dicotomía entre naturaleza y cultura, de origen inequívocamente decimonónico. No pretendo con la constatación de su antigüedad descalificarlas por anacrónicas, sin mayor argumentación, sino llamar la atención sobre la necesidad de no aceptarlas acríticamente (…) El ser humano es, indisolublemente, naturaleza y cultura, sin que ninguna de ambas dimensiones pueda ser soslayada. Lo que hay en nosotros de naturaleza está íntimamente ligado a la sociedad que hemos construido.»

La larga cita que encabeza esta entrada, firmada por el filósofo Manuel Cruz, aparecía como apertura a la reciente edición (sábado 3 de mayo de 2020) de uno de los suplementos culturales de mayor tirada del territorio español. Bajo el título Ecología y pandemia. Echarle un pulso a la naturaleza, el número decía identificar un debate reabierto a raíz de la crisis de la Covid-19, el de la relación entre la cultura, la naturaleza y sus espacios de acción. Más allá de concordar o no con las afirmaciones de Cruz respecto a la actualidad de dichas relaciones y dicotomías, el empeño del suplemento sirve para ilustrar una atención creciente por parte del sector cultural, a una serie de espacios que hasta hace muy poco apenas aparecían. La ruralidad, la cultura en los diferentes contextos no urbanos, las relaciones con la naturaleza y una serie de dinámicas ajenas a las infraestructuras, procesos y apoyos más establecidos del sector.

Lo cierto es que desde hace algunos años están apareciendo diferentes iniciativas (debates, publicaciones, artistas, festivales y propuestas varias) que buscan reconocer la necesidad de refundar las relaciones con una serie de territorios que, hasta hace muy poco, permanecían relegados del discurso y la agenda cultural. Independientemente de los ejemplos, ilustrativos o errados, se trata de percibir lo rural como una nueva realidad creativa ligada al contexto social, cultural y medioambiental que, además, ve en los pormenores de la actual crisis una posibilidad de reivindicación mayor. Acercándonos a ella para reconocer su potencial creativo, pero también su particularidad. Lo rural entonces como un espacio de nuevas relaciones y procesos, de nuevas oportunidades, subjetivas y colectivas, para imaginar cultura, decíamos en uno de nuestros más recientes proyectos de la mano del Colectivo Lento. Lo rural aquí no como un término absoluto o antagónico a la ciudad, sino como una realidad cambiante, polisémica y en constante redefinición, basada en relaciones y procesos.

Es esta preocupación la que ha motivado una nueva entrega de nuestras CONVERSACIONES EN CONFINAMIENTO. Para ello hemos reunido a tres voces vinculadas desde la investigación, la acción cultural y la gestión, con el tema de las relaciones entre la cultura, la naturaleza y el territorio rural. Un cruce de ideas e interrogantes para intentar analizar lo que se ha hecho al respecto hasta ahora, e imaginar el posible giro al que este tipo de entornos se verán obligados frente al panorama de la llamada nueva normalidad.

* * * 

1- Una provocación:

La provocación, (a manera de pistoletazo de salida para abrir el debate y definir unas coordenadas para movernos) la lanza el experto en políticas culturales Jorge Fernandez León @Fjorgefleon. Lo hace con un texto que, mediante una serie de epígrafes recogidas de otra publicación reciente de su autoría, aborda algunos de los retos inmediatos del espacio rural español, bajo el convencimiento de que la cultura puede jugar un papel crucial en su mejora. Más ahora, dice, «cuando tras el confinamiento y sus consecuentes procesos de extrañamiento y distanciamiento, hayamos de reconstruir los lazos y potenciar los vínculos.» 

Hacer una brecha a la brecha (por @Fjorgefleon)

Cita Teixeira Coelho en su prólogo a la edición española del Diccionario crítico de política cultural un texto de Claude Levi-Strauss, titulado Papá Noel en la pira, publicado en 1952 por la revista brasileña Anhembi y la francesa Les Temps Modernes. Lo hace para defender su idea del paradigma holonómico[1], un concepto que en resumen viene a negar la idea mecánica de la sociología tradicional de que la cultura es una superestructura, reflejo mecánico de la infraestructura económica y por lo tanto, “un fenómeno simple, claro, unitario y estable”. Por el contrario, Coelho afirma que la cultura es un fenómeno contradictorio y paradójico, cuya complejidad no permite interpretaciones mecanicistas.

En el bellísimo texto del antropólogo francés al que Coelho remite (mucho más interesante que las toscas líneas que siguen), relata el hecho de la quema de un muñeco de Papá Noel promovida por las autoridades religiosas católicas en Dijon a finales de 1951. Levi-Strauss nos acerca, mediante dicho pasaje, a la compleja historia milenaria y contradictoria de los mitos de la infancia y la muerte, originarios de diversas comunidades tribales en el mundo y convertidos, tras el inicio del dominio de la cultura estadounidense en el imaginario europeo, en una mercancía en apariencia simbólica. La alargada mención al texto ejemplar viene a cuento de la idea misma del pensador brasileño: la cultura es mucho más que las simplificaciones a las que tantas veces se ha visto sometida por las políticas culturales. La cultura es intrincada y conflictiva, en palabras de Walter Benjamin, «a la vez un signo de convivencia y una señal de barbarie».

Es esa realidad contradictoria y resistente un signo de distinción de la cultura en el espacio rural, cultivada en el tiempo milenario y no dispuesta a entregarse a la prisa del consumo contemporáneo. Por eso ahora, enfrascados en dilucidar las salidas posibles a esta postpandemia occidental y a la posible época de terror a la que la inconsciencia colectiva pudiera dar lugar, podemos mirar al campo como una oportunidad extraordinaria de giro, como una ocasión de aprendizaje y consecuencia. Sin pensar en soluciones milagrosas o transformaciones ilusorias, pero con el convencimiento de que, comprendiendo el territorio y sus activos desde ese paradigma totalizador, se puede hacer una brecha a la brecha, contribuir a reducir con la política cultural una desigualdad estrepitosa que, de no abordarla a tiempo, se convertirá en un abismo del todo insalvable. Y renunciando, para abordar ese giro, a las soluciones simples que pregonan una vuelta a lo rural como un exorcismo infantil más, de los muchos a los que la sociedad del espectáculo nos somete ya.

Para ello, igual que para el mundo urbano, habremos de transmutar el conjunto de tópicos sobre los que se construye nuestro imaginario de ese espacio de convivencia y producción, reconociendo su complejidad y contradicciones, abordando con respeto el diálogo con el territorio, su historia y sus habitantes, manejando lo nuevo imprescindible en el contexto del paisaje del patrimonio material e inmaterial construidos durante siglos. Negociando sus conflictos desde el respeto a los valores sobre los que se han construido. Y transformando poco a poco los rechazos en complicidades. Ese es el reto.

* * *

2- Unas respuestas:

Las respuestas a la provocación anterior las exponemos de forma colectiva. Gemma Carbo @carboribu y Estefanía Rodero @EstefaniaRodero lideran la conversación recogiendo algunas ideas de la reflexión de apertura para abordar temas tan variados como la brecha digital, el patrimonio, el feminismo, los espacios de gestión y equipamientos; los desplazamientos, la innovación, los parques naturales, los museos, la gentrificación, el medioambiente, el espacio-tiempo, la interculturalidad, la construcción del relato y un largo etcétera, y sus distintas relaciones y tensiones con el territorio y la cultura rural. Trànsit Projectes @TransitCultura (con el apoyo de Colectivo Lento @colectivolento) lo hace aportando algunos ejemplos ilustrativos de proyectos culturales que están generando interacciones interesantes entre cultura y ruralidad, y compartiendo, a manera de cierre, una reflexión al respecto del tema aparecida en Queremos Sonreír / Activar la cultura local, sigamos conversando…

Ideas (retos, referencias y ejemplos) para pensar el mencionado ‘giro hacia lo rural’ (por @carboribu, @EstefaniaRodero, @TransitCultura y @colectivolento)

  • Nuevas relaciones, nuevos proyectos; otros tipos de modelos culturales, sociales y vitales. En la actualidad lo rural está generando dinámicas complejas y experimentando interesantes cambios. Numerosas iniciativas crecen y se desarrollan desde diversas periferias rurales, con grandes dosis de una cautivadora creatividad y pertinente innovación. Todas tienen en común que actúan como vehículos para la generación de estrategias de transición hacia la sostenibilidad y la activación de la comunidad. Conocer qué prácticas y experiencias ligadas a estos contextos rurales permiten activar la cultura local; trabajar la identidad y el vínculo entre las personas que habitan estos entornos; incentivar los procesos participativos; promover el aprovechamiento de los recursos de proximidad y potenciar la idea misma de lo rural son, a nuestro entender, los parámetros más importantes para generar este acercamiento. Dicha aproximación se revela, además, como una manera de propiciar discursos alternativos, espacios innovadores de pensamiento y aprendizaje y, por qué no, otro tipo de modelos sociales y vitales. A lo largo de esta conversación iremos preponiendo diferentes ejemplos de proyectos e iniciativas que ilustran, de forma por demás acertada, la apertura hacia estos territorios. Proyectos que destacan tanto por su alto grado de incidencia en la comunidad local, como por buscar nuevas formas de vida y maneras de contribuir a la sociedad.
  • Derecho efectivo universal a las redes digitales y mejora de las condiciones de acceso a los servicios básicos del medio rural. Empezamos por los aspectos materiales o, por así decir, prosaicos: la conexión y el acceso. Citamos un ejemplo ilustrativo. Desde el Museu de la Vida Rural (MVR) se está dando seguimiento a un movimiento interesante promovido por la Fundación Guifinet, que está apoyando modelos de gestión colectiva y alianzas para el acceso a la fibra óptica y a la conexión de calidad. Este tema, lejos de parecer una frivolidad, es sin duda uno de los grandes aspectos pendientes que se ha constatado en estos días. Un puente se despliega para la comunicación cultural entre nuestros territorios, es necesario garantizar el acceso a las herramientas que permiten usarlo. Sin ir más lejos, este acceso está hoy tipificado como derecho en España, reconocido específicamente en la Ley Orgánica 3/2018, del 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales que, en su artículo 81.1 establece: “Todos tienen derecho a acceder a Internet independientemente de su condición personal, social, económica o geográfica”. A su vez, el apartado 5 del mencionado artículo destaca: “La garantía efectiva del derecho de acceso a Internet atenderá la realidad específica de los entornos rurales”. Tras la experiencia del confinamiento, esta cuestión va a estar claramente sobre la mesa, como también lo estará de nuevo la revisión de los sistemas públicos de salud en las áreas rurales. ¡Salud, educación… y conexión!

 

  • Modelos de gestión de proximidad que abran la puerta a la participación de las organizaciones civiles, de las propias comunidades, y a la gestión público-privada de los programas para la economía del procomún. A este respecto cabría señalar, sobre todo, la necesidad de empoderar y formar en estos modelos de gestión. Vemos a menudo cómo son los jóvenes que se han formado en la ciudad y regresan al mundo rural los únicos colectivos con capacidad de participar en esta gestión de proximidad. Suelen ser un porcentaje muy pequeño en los pueblos, y a menudo acaban en espacios de política local. La división entre público y privado en el mundo rural no es tan evidente como en la ciudad. Asimismo, en algunos casos, el enquistamiento de determinadas participaciones de las entidades en gestión de equipamientos o programas públicos, acaba siendo una barrera a la participación de las nuevas generaciones. El envejecimiento de muchas entidades y el peso excesivo de la tradición es otro aspecto a tener en cuenta, pues sigue muy presente en los entornos rurales.

 

 

  • Protagonismo de las mujeres y las nuevas generaciones en estos procesos, aportando sus propias visiones del mundo. Aquí está sin duda uno de los grandes retos. Se están produciendo procesos muy interesantes y visibilizándose colectivos femeninos en trabajos que, hasta hace muy poco, estaban casi exclusivamente relacionados con lo masculino, como son la ganadería y la agricultura. María Sánchez es una de las grandes constructoras de relato en este sentido, pero tenemos también voces potentes en el ámbito de la producción ecológica, la enología o el turismo sostenible. Sus miradas buscan el equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo; remiten a las enseñanzas de madres y abuelas y las tornan visibles; ponen en diálogo la atención a las personas con la preservación de la naturaleza; y vinculan claramente ecología y feminismo. Pero existen también colectivos de mujeres de cierta edad en los pueblos, que empiezan a ser conscientes de sus derechos. Es muy necesario que los agentes culturales se hagan presentes acompañando, reflexionando y creando espacios de libertad para debatir y construir nuevas identidades. Las artes en sus formas comunitarias son estratégicas y especialmente indicadas para estos procesos. En el MVR se ha iniciado una investigación con ellas entorno a la alimentación y la cocina. Se está trabajando en un jardín etnobotánico que recupera plantas y conocimientos, pero sobretodo visiones y relatos que no estaban presentes en el museo. Queda mucho trabajo por hacer en el ámbito de la fiesta tradicional y el patrimonio immaterial. Las mujeres son colectivos vulnerables si hablamos de derechos humanos y en especial de derechos culturales. A menudo se les sigue negando la participación efectiva en determinados rituales y festejos. Si además son mujeres jóvenes y/o inmigrantes los problemas se agudizan.

 

  • La cultura es sobre todo un espacio de convivencia y unos de los motores del cambio social. Por ello un equipamiento cultural en un pueblo, ya sea una biblioteca, un museo o un archivo, no puede funcionar en clave únicamente sectorial, sino que tiene la misión de ser centro cultural, espacio de encuentro y ágora de debate al mismo tiempo. Cabe recordar que muchos espacios de socialización rurales siguen siendo zonas masculinizadas. A ellas les quedaban los lavaderos y las cocinas y ambos se han reducido o anulado. Cualquier equipamiento cultural en un pueblo es, a fin de cuentas, un espacio de formación continuada a partir del patrimonio o de la creación. Es precisa una formación o una educación de las miradas críticas para la toma de conciencia sobre derechos y deberes de la ciudadanía. El compromiso de la transformación social desde la perspectiva de los derechos fundamentales debe establecerse de manera muy evidente. Desde la perspectiva de los espacios de convivencia, es necesario garantizar la presencia de todas las miradas y opiniones, consiguiendo diálogo sin adoctrinar y promoviendo preguntas constantemente. El patrimonio cultural o las artes nos conectan con debates universales y globales pero no por ello menos locales. Hacer este puente, lograr esta conexión, es la misión de la cultura en general, y de forma particular en los entornos no urbanos.

 

  • El agente cultural y la nueva ruralidad. Este apunte es, más que una reflexión, una reivindicación. Podríamos decir que el medio rural cambia con la presencia del artista o el agente cultural. En el marco de la nueva ruralidad el agente cultural tiene un papel muy importante, tanto como mediador, una figura que es capaz de poner de acuerdo a diferentes actores, como ejerciendo de catalizador capaz de propiciar procesos y proyectos que intervengan positivamente el territorio. A través del arte y la cultura se puede profundizar en cuestiones locales que otras disciplinas no son capaces de abordar, ofreciendo nuevos lenguajes y otros formatos de comunicación. La cultura posibilita a su vez otras metodologías con una gran capacidad de transformación e impacto en los territorios. Procesos que producen otras formas de conocimiento o de educación no formal, y provocan y desvelan emociones que promueven la cohesión de la comunidad. Quizá, nos atrevemos a pensar, algunas de las incógnitas sobre formatos, nuevos públicos, otras posibilidades de ejercicio de la profesión y espacios abiertos para innovar/probar, se puede intentar resolver generando vínculos más sólidos y apuestas más radicales, entre cultura y territorios no urbanos. Algunas de las características (densidad, concentración de la oferta,o limitación de espacio) que parecen grandes obstáculos para ciertas programaciones culturales en el entorno urbano en la era post-Covid-19, podrían salvarse muy fácilmente en el espacio rural.

 

  • Una escuela rural abierta, transmisora de valores de identidad y crítica, es un elemento que junto a la cultura colabora activamente en la generación de comunidades. Si en algún sentido es absurda la división esquizofrénica entre mundos, sectores y disciplinas es en los entornos rurales. La escuela rural es el pueblo y el bosque. Esta visión integradora debe aplicarse también para el museo y la biblioteca o la pequeña escuela de danza y música, por dar algunos ejemplos. Las administraciones públicas deben hacer posibles espacios de formación conjunta entre profesionales y entre grupos culturales profesionales o amateurs. El mundo educativo es especialmente reactivo a estas conexiones, en especial los institutos, pero las escuelas rurales han aprendido a trabajar en red y a buscar sinergias y colaboraciones de forma constante. El gran problema es la especialización profesional que nos ha blindado con lenguajes y visiones gremiales que no nos permiten imaginar alianzas creativas. Existe además una limitante estructural importante, que son las infraestructuras y servicios de transporte. Los desplazamientos entre dos pueblos pueden llegar a ser tan costosos como un viaje a la capital.

 

  • Papel activo de las comunidades rurales en la gestión de su inmenso patrimonio, material e inmaterial, vertebrador y generador importante de recursos. La innovación es un concepto poco relacionado con el mundo rural y sin embargo, las oportunidades de emprendimientos sostenibles vinculados al conocimiento detallado de los funcionamientos sociales y de la naturaleza, son infinitas. No obstante, los recursos están pero no las visiones. En ocasiones, este patrimonio material e inmaterial sigue identificándose como un obstáculo al desarrollo. Sería importante analizar los impactos de los parques naturales y las zonas protegidas en los imaginarios de los vecinos y vecinas. En el caso de los museos y archivos por ejemplo, son a menudo considerados por la mayoría como espacios para los visitantes urbanitas y neorurales, poco conocedores de la dura realidad del día a día, con una representación pesebrista y romántica de la realidad. No existe muchas veces una conciencia clara de la idea de patrimonio común o se mantienen viejas divisiones y discusiones entre distintos propietarios y usufructuarios. La presencia de la iglesia católica sigue siendo muy relevante y ejerce claramente como gestor del patrimonio cultural de los pueblos, más incluso que la misma administración pública. Los grupos locales de investigación disponen de pocos recursos y capacidades para atraer gente joven o conectarse con las universidades. Los grandes hallazgos patrimoniales (como en la cueva de la Espluga de Francolí donde han aparecido grabados paleolíticos) siguen siendo gestionados por especialistas de universidades centrales. El patrimonio sigue siendo una cuestión cerrada y controlada por “los que saben del tema”.

 

  • De los peligros de expolio y la llamada tercera desamortización. Al hilo de lo anterior, y guardando relación con el tema de la injerencia de la Iglesia católica en la gestión de buena parte del patrimonio cultural rural, cabe apuntar un tema muy importante: la necesidad de tomar medidas integrales contra el expolio rural y el mercado negro del arte. Es necesario elaborar un plan integral contra el expolio. No se puede seguir dejando la protección del patrimonio cultural rural casi exclusivamente en manos del SEPRONA, ni tampoco seguir mirando hacia otra parte (electoralismo mediante) en cuanto a la exigencia del inventario de bienes culturales de la Iglesia en zonas rurales. El tema lo explica con mayor profundidad Estefanía Rodero en Alerta expolio (El Correo Vasco, diciembre 2019): “Este expolio silencioso y por goteo es uno de los síntomas evidentes de lo que las expertas en patrimonio ya han bautizado como la tercera desamortización, la progresiva desaparición y privatización del patrimonio cultural material e inmaterial atesorado en conventos, monasterios, edificios religiosos presentes en todo el país que, ante la ausencia de vocaciones, van cerrando progresiva y silenciosamente sin que hayan sido nunca inventariados, controlados, reconocidos por ninguna autoridad pública”. Sin pretender ser demasiado autorreferenciales, quizá valga la pena consultarlo para integrar a esta serie de argumentos un tema de vital importancia al respecto de lo que nos ocupa en esta conversación.

 

 

  • La interculturalidad en el mundo rural y la potencialidad de las migraciones para el impulso de la vida cultural en este entorno. Resulta importante subrayar este punto por lo siguiente: desde hace más de una década, dentro de la Fundación Cepaim, se viene poniendo en marcha el programa “Nuevos Senderos” de repoblación rural en áreas despobladas, y gestión de la diversidad cultural (coordinado por Estefanía Rodero para la Comunidad de Madrid, al servicio de los territorios de la España Vaciada). Un programa mixto de repoblación rural en áreas despobladas y gestión de la diversidad cultural, que funciona básicamente a través de la inserción socio-profesional y la acogida de familias migrantes, con especial atención a familias refugiadas. Tiene lugar en y es impulsado junto a pequeños municipios y empresas rurales (Castilla y León, Aragón, Extremadura, Andalucía…) que se suman al proyecto. Como experiencia que aúna el trabajo con las migraciones, la diversidad cultural y las ruralidades, navega entre la dificultad y la inspiración. Sobre todo por el hecho de que diversos ámbitos de política pública -el programa es un ejemplo paradigmático al respecto y ha sido reconocido en diversos foros nacionales e internacionales como buena práctica de innovación social- no consiguen dialogar entre sí, permaneciendo en departamentos-estanco, en los que la política cultural local y la gestión de la interculturalidad en la agenda pública municipal, especialmente de las poblaciones más pequeñas, queda excluida, frente a las políticas más arraigadas de desarrollo rural o política agraria. Sin embargo, existen iniciativas a nivel europeo que completan la fotografía a este respecto, (desde el MVR, por ejemplo, se está trabajando el tema de las migraciones como concepto global.  A partir de los textos de Erri de Luca (Solo andata) y de la obra del artista Piero Sachetto, se ha establecido un diálogo con el museo de la inmigración en Sant Adrià del Besós. Un proyecto comunitario entre los dos municipios en el que participan grupos de menores no acompañados, los concejales del área educativa cultural y social correspondientes, las escuelas y los museos), proyectos que están empujando de un modo muy interesante el diálogo ruralidad-interculturalidad-migraciones y tratando de buscar alternativas. A su lado se identifican dos grandes retos europeos: la despoblación y el modelo migratorio roto. Este es sin duda un tema central de política cultural local (la gestión de la diversidad cultural en el día a día de nuestros pueblos), sin duda un diálogo de futuro.

 

  • Un espacio para la cultura en las políticas integrales de revitalización del medio rural, sin incentivar las formas de idealización de lo rural desde los discursos Reivindicar la cultura como un derecho fundamental tan relevante como el derecho a la educación y a la salud. Hablar de desarrollo rural es hablar de dinamizar lo económico, lo social, lo medioambiental y lo cultural. En los entornos rurales los parámetros de espacio-tiempo son más alargados que en la ciudad. La proximidad permite multiplicar la actividad diaria sin necesidad de renunciar a la calidad de vida. La participación en la vida cultural es entonces tan necesaria como la vivienda. La cultura como ese espacio de encuentro y formación es la solución al handicap ancestral de la vida en el pueblo: el aburrimiento y la falta de perspectiva, la conexión con el mundo y especialmente, con la diversidad. Martha Nussbaum habla de dos competencias básicas como son la imaginación narrativa y el cosmopolitismo. Ya antes se hacía referencia a la cuestión de la interculturalidad y es probable que esa sea la cuestión principal. Los colectivos inmigrantes en los pueblos son invisibles en términos culturales (socialmente son necesarios para el trabajo y la reproducción). Tiene que ver con la cuestión de las identidades cerradas y excluyentes características de las comunidades pequeñas. Las culturas deben estar en los planes de desarrollo, sí, pero en minúscula y plural.

 

 

  • El relato de lo rural como espacio político en disputa. Por otra parte, aunque recogido en el punto sobre el papel activo de las comunidades rurales en la gestión de su propio patrimonio, parece importante también subrayar el tema del relato acerca de lo rural como espacio político en disputa. Poniendo hincapié en el papel que pueden desarrollar los creadores culturales en la articulación de un nuevo imaginario, una nueva comunicación de lo rural en España. El tema está apuntado también en lo comentado en el texto de provocación, sobre identidades despreciadas y el fomento de alternativas hacia el procomún, pero quizá vale la pena aportar un matiz: desde la cultura parecería existir un cierto peligro en despolitizar lo rural, extrayendo de algún modo los artefactos culturales rurales o la creación cultural rural de las líneas de tensión presentes en los territorios y en la propia definición de ruralidad (los debates sobre tenencia de la tierra, soberanía alimentaria, extractivismo, servicios públicos, propiedad intelectual colectiva)… De pronto tenemos partidos y tendencias políticas como VOX apropiándose de lo rural en España. Quizá el tema del relato rural sea relevante, al menos en el caso del relato de la llamada España vaciada que tanta presencia ha ido ganado para la agenda pública y, por qué no decirlo, para ciertas tendencias de marketing cultural, con ejemplos tan loables como el que ya se menciona, María Sánchez, como otros menos acertados.

 

  • Las formas de la creación cultural hoy permiten no sólo recuperar las identidades despreciadas o releer la historia de las comunidades, sino también actualizar o resignificar. Cabe insistir a este respecto, en el hecho de que a menudo los procesos de acompañamiento desde los lenguajes creativos son esenciales para que estos relatos sean, de verdad, aportaciones imaginativas y libres. El peso de la tradición y lo políticamente correcto es enorme entre las comunidades rurales. Los relatos políticos a los que nos referimos los suelen lideran gente muy joven que ha estudiado en la ciudad, que ha visto mucho mundo y ahora vuelve al pueblo. Esta bien que sea así pero existe otras miradas y visiones. La realidad es probablemente la suma de todas ellas. Lo nuevo y lo viejo en permanente tensión y esa es una de las grandes bases de trabajo para un posible futuro de la creación y el consumo cultural en los entornos no urbanos y rurales.

 

3- Un cierre:

Compartimos aquí, a manera de colofón, un texto publicado originalmente en el libro Queremos Sonreír / Activar la cultura local donde ya comenzábamos una reflexión al respecto de los temas abordados en esta V CONVERSACIÓN...

Lo rural como nueva realidad creativa (por @TransitCultura)

«¿Y si el campo fuese un contexto de creación cultural viva y renovadora: un paraje nombrado y habitado, con otros ritmos y otras relaciones?» La pregunta la lanza Campo adentro, una plataforma que investiga los cruces entre el arte y el mundo rural, pero bien podría resumir las búsquedas y los idearios recogidos a lo largo de este texto. Generar acercamientos que favorezcan una percepción de lo rural como nueva realidad creativa, ligada estrechamente al contexto social y medioambiental contemporáneo. Reconocer, escuchar, analizar, comprender e ¿intervenir? culturalmente estos territorios con frecuencia relegados de las centralidades discursivas y presupuestarias del sistema cultural; asumiendo su potencial y respetando sus particularidades (conocimientos, herencia, oportunidades y patrimonio).

El reencuentro entre campo y ciudad puede ser, y es, clave para la transición de nuestras sociedades hacia la sostenibilidad. La cultura y sus agentes son el catalizador que activa tales transformaciones. El territorio rural entonces como espacio de nuevas oportunidades, subjetivas y colectivas, para imaginar actuaciones posibles dentro contextos alejados de las zonas urbanas. Pensando proyectos que construyan narrativas propias y alternativas igualmente innovadoras. Procesos que den visibilidad y voz a quienes no la tienen y exploren otras modali­dades del empoderamiento. Formas, en general, de reconfigurar el territorio y de replantear la visión que tenemos de nuestro entorno.

Porque más allá de los discursos utilitaristas que centran la idea del progreso en la eficiencia económica, el crecimiento de la tecnosfera y la alta concentración de la oferta, lo rural está presente y demanda con urgencia espacios de reconocimiento ajenos a la marginalidad acostumbrada. Es imposible ignorar que casi la mitad de la población mundial vive en zonas alejadas de los grandes centros urbanos. Sólo en el caso de España, a finales de 2018, la suma llegaba al 20% de los habitantes totales del país ocupando zonas consideradas rurales. La evidencia de las cifras hace imprescindible la necesidad de un debate sobre los desequilibrios territoriales, la transformación del paisaje y la crisis ambiental y económica… O lo que es lo mismo, insiste en las in­terrogaciones: ¿qué ocurre en el campo? ¿Cómo lo entendemos? ¿Qué nos aporta hoy y cómo podemos ayudar a potenciar en ese aporte (desde nuestro sector)?

El acercamiento a través de la cultura no es la única respuesta, pero sí la que nos concierne al hilo de las cavilaciones de este post. O por decirlo en palabras de Oriol Martí, exdirector de la Fira de Teatre al Carrer de Tàrrega en Ruralpower (o como centrarse en la periferia): «La cultura ya no es una consecuencia de los procesos de desarrollo sino que, en muchos casos, es la propia causa y motor de dicho desarrollo. Esta capacidad de influir positivamente en las nuevas economías de territorios como el rural, donde posiblemente existía un determinismo sectorial histórico (eminentemente agrícola), favorece la retención y, en el mejor de los casos, la atracción de capital humano, en contra del triste fenómeno de la fuga de cerebros, rebautizado, aquí, como éxodo de inteligencias rurales». Propiciémos estos cambios.

* * *

 

[1] Paradigma holonómico, Ver en Teixeira Coelho (2009) Diccionario crítico de política cultural. Barcelona. Gedisa.pp.234.
* Imagen: Guillaume Amat: https://www.guillaumeamat.com/