Por Jordi Baltà Portolés (@jordibalta| La Escola Municipal de Música Centre de les Arts de L’Hospitalet (EMMCA) es un centro público creado en el año 2005, que busca democratizar el acceso a la cultura ofreciendo múltiples oportunidades para la participación en actividades culturales y de educación artística. Es especialmente destacable la oferta de educación musical, pero a su vez el centro cuenta con una oferta de danza y teatro, y participa continuamente en actividades en colaboración con otras organizaciones sociales, culturales y educativas del entorno.

Con unos 270.000 habitantes, L’Hospitalet de Llobregat es la segunda ciudad más poblada de Catalunya y cuenta con algunos de los barrios con una mayor densidad de población en Europa. La ciudad ha visto en la educación y la cultura dos elementos centrales de su estrategia de desarrollo, una línea en la que la EMMCA juega un papel muy importante.

De hecho, el buen hacer del centro le ha valido diferentes reconocimientos a nivel local y europeo: por ejemplo, el programa europeo URBACT consideró a la EMMCA una buena práctica, por su contribución a la cohesión social a través del desarrollo de las artes. En la actualidad, el centro también lidera un proyecto europeo de intercambio de conocimientos sobre educación musical e inclusión social en entornos urbanos.

En este sentido, se puede considerar que la EMMCA contribuye al alcance de varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) incluidos en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, en lo que se refiere al acceso igualitario a la educación y la puesta en valor de la diversidad cultural en el aprendizaje (metas 4.5 y 4.7), la promoción de la inclusión social y la igualdad de oportunidades (10.2 y 10.3), y el desarrollo de distintas alianzas para contribuir al desarrollo (17.17).

Conversamos sobre el trabajo de la EMMCA con su coordinador general, Raül Brenchat.

¿Nos puedes explicar el origen de la EMMCA, y qué caracteriza al centro?

La EMMCA nace en 2005, en un momento en que L’Hospitalet no contaba con ningún centro público de educación artística. El proyecto quería ampliar el número de alumnos en la educación artística y poner la actividad educativa y cultural al alcance del conjunto de la población.

En un contexto marcado por la elevada densidad de población y la diversidad, producto de la llegada de muchas personas migrantes en varios momentos históricos, un centro público de educación artística no puede ser solo para unos pocos, sino que debe llegar a tanta parte de la población como sea posible.

En la práctica, esto implica tener una oferta abierta prácticamente a todos los grupos de edad, y colaborar con muchos otros centros y organizaciones. Hasta el curso pasado teníamos alumnos desde los 4 años hasta gente muy mayor, y ahora estamos empezando a trabajar también con grupos de 0 a 3 años. En conjunto, la EMMCA cuenta actualmente con más de 2500 alumnas y alumnos. Entre ellos se encuentran varias clases de los 11 centros de educación primaria y secundaria con quienes tenemos programas permanentes de colaboración.

En la educación musical, inspirándonos en la experiencia de otras ciudades europeas, apostamos por un modelo innovador de centro de formación, creación, producción y difusión, que se incardina con políticas culturales, educativas y sociales, y que combina a la vez la actividad fuera del horario escolar con las actividades en los centros educativos de la ciudad.

Los elementos metodológicos que nos caracterizan se basan en el grupo como el entorno natural de aprendizaje. La clase de instrumento también está centrada en el conjunto como eje vertebrador de los aprendizajes y, a la vez, movilizador de las competencias y, sobre todo, orientado a la práctica. Aprendemos música, danza o teatro para hacerla, y la hacemos para compartirla.

Estos rasgos distintivos del centro, que se establecieron desde el principio, han seguido estando en la base de nuestro trabajo.

Hablabas de la colaboración con las escuelas. ¿Cómo se organiza?

Una de las ideas es que para llegar a tanta población y tan diversa tienes que hacer actividades fuera de tu sede central. Así, en 2005 se creó el programa “Fem Tàndem”, que promueve la colaboración entre agentes culturales y educativos. Empezó con una colaboración entre la EMMCA y la escuela Pau Vila, un centro de educación infantil y primaria ubicada en el barrio de La Florida, una zona con mucha diversidad de orígenes, y progresivamente se ha convertido en un programa municipal en el que participan muchos otros agentes.

De esta forma, el profesorado de la EMMCA lleva a cabo actividades de educación en música, danza o teatro en centros educativos de varios distritos de la ciudad. Y el alumnado de los grupos escolares que participan en el programa lo es a su vez de la EMMCA. La metodología pedagógica que aplicamos en estos centros es la misma que en la sede central de la EMMCA, combinando la práctica instrumental y la de conjunto. Las clases se llevan a cabo dentro del horario lectivo, y la comunicación y la relación con las escuelas son muy positivas.

Cuando los niños y niñas terminan su ciclo en la escuela primaria, pueden seguir su educación musical en la sede central de la EMMCA, y allí coinciden con alumnos procedentes de otros barrios de la ciudad. Haber empezado en la escuela facilita el interés por seguir practicando, y posibilita encuentros entre jóvenes que de otra forma no coincidirían ni colaborarían entre ellos.

Además, gracias a estas colaboraciones con las escuelas, hemos conseguido que la composición del alumnado de la EMMCA, según origen, sea en su conjunto igual que la de la población de L’Hospitalet, algo que creemos que atestigua el trabajo hecho en términos de inclusión y diversidad.

¿Qué desafíos encontráis en este proceso?

Para nosotros un momento clave es conseguir que los y las jóvenes hagan el paso desde su escuela a seguir su formación en la sede central de la EMMCA. Para conseguirlo hay que hacer frente a tres barreras principales: una relacionada con la distancia, otra con el precio de la educación, y la tercera con el coste del instrumento.

La Fundación Daniel y Nina Carasso dio apoyo al proyecto durante cuatro años para poder contar con una figura de educación social que acompañara al profesorado de algunas escuelas y facilitara el diálogo con las familias, de cara a fomentar la continuidad de la educación artística. Una cuestión clave en esa continuidad es la adquisición del instrumento, cuyo coste puede variar mucho en función del instrumento de que se trate. El primer año de educación en la sede central se ceden los instrumentos, y progresivamente se anima a las familias a comprar uno.

En cuanto a la barrera que supone el precio de los cursos, es una cuestión que se está trabajando con el Ayuntamiento, con el objetivo de poder reducir el coste. Por último, las cuestiones relacionadas con la distancia hasta el centro son difíciles de resolver, pues la propia estructura territorial de L’Hospitalet, y las redes de transporte existentes, dificultan un poco la comunicación dentro del municipio.

Por otra parte, compartimos con otros agentes educativos el trabajo orientado a reducir el abandono escolar. Por ejemplo, hay un centro que ha pasado a ofrecer secundaria además de primaria, y ello también ha permitido incrementar sus años de escolarización y que el alumnado prosiga su formación en danza durante más tiempo y que en algunos casos hagan el paso hacia la sede central de la EMMCA, algo que hubiera sido impensable años atrás.

En el mismo nombre de la EMMCA queda claro que sois, además de una escuela, un centro cultural. ¿En qué se traduce esta dimensión?

Sí, cada año organizamos o participamos en aproximadamente de 200 a 250 actividades culturales: conciertos, muestras, festivales, espectáculos, etc., aunque ahora son menos, a causa de la pandemia. Uno de los efectos que tiene esta implicación en distintas actividades es que da una puerta de entrada a la vida cultural de la ciudad para muchas familias, algo que probablemente no sucedería sin su vinculación con la EMMCA.

Muchas de estas actividades se hacen en colaboración con organizaciones de todo tipo: desde los mismos centros educativos y organizaciones culturales de L’Hospitalet, hasta iniciativas científicas y sanitarias como el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) o el Instituto Catalán de Oncología (ICO), con quienes hemos participado en actividades conjuntas, por ejemplo.

¿Hay alguna colaboración que quieras destacar especialmente?

Hay muchas que me parecen muy interesantes, pero seguramente hay una que sirve para explicar todo el proyecto. La Banda Provençana la integran miembros procedentes de distintos lugares: quien ha aprendido un instrumento de viento en la escuela y luego pasa a la sede central, quien llega a la EMMCA de la mano de sus familias, profesorado del centro, músicos amateurs de la ciudad, conjuntos tradicionales, y las organizaciones de cultura popular catalana o procedentes de otros lugares, como las gaitas de la Casa Galega y los grallers y gralleres de Bellvitge.

A partir de orígenes muy diversos, la Banda ha desarrollado un repertorio basado en la recuperación de la cultura popular de L’Hospitalet y la integración de otros elementos. Todo ello se presenta en ocasión del Toc d’inici de las Fiestas de Primavera de la ciudad, poniendo música a la imaginería festiva local. Tiene lugar todos los años desde 2012, y se ha convertido en una nueva tradición local. El año pasado se editó un disco con las composiciones utilizadas cada año, lo que dio la oportunidad a alumnos y alumnas de entrar, por primera vez, en un estudio de grabación.

Muchas gracias por esta conversación. ¡Esperamos que todo vuestro trabajo siga adelante!


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