Por Jordi Baltà Portolés (@jordibalta| El Centre Cívic Convent de Sant Agustí es un equipamiento municipal de proximidad situado en los barrios de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera del distrito de Ciutat Vella, en Barcelona. El centro aprovecha parte de un antiguo convento, establecido a mediados del siglo XIV. Tras haber desempeñado también funciones militares, el edificio fue recuperado para usos civiles a partir de 1980 y se incorporó luego a la red de centros cívicos de la ciudad, manteniendo muchos rasgos del edificio histórico, como su característico claustro gótico.

El centro está especializado en el fomento del arte emergente, especialmente el vinculado con la música y las nuevas tecnologías. Además, desde hace años ha desarrollado el espacio de fabricación digital, tecnología social y aprendizaje informal MakerConvent, que destaca por su apertura al entorno del barrio. Por la naturaleza de sus actividades, MakerConvent se puede vincular con algunas de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en lo relativo al acceso igualitario a la educación y la promoción de competencias entre jóvenes y adultos (4.3, 4.4 y 4.5), el fomento de la creatividad y la innovación (8.3) y la promoción de tecnologías y procesos más limpios (9.4). Además, MakerConvent ha integrado los ODS en algunas de sus actividades participativas, contribuyendo así a darlos a conocer.

Hablamos de estas cuestiones con Gemma Escribà, directora del Centre Cívic Convent de Sant Agustí, y Òscar Martínez Ciuró, dinamizador del Convent i coordinador de MakerConvent.

¿De dónde surge MakerConvent?

Desde hace tiempo el Convent ofrecía talleres que ponían en relación la creatividad y la innovación con el mundo sonoro. Hace unos años participamos en dos proyectos europeos, FormaLab y Declic’in, que nos llevaron a familiarizarnos con el funcionamiento de un fablab (acrónimo de “laboratorio de fabricación”, ideado por el Instituto de Tecnología de Massachussets, MIT, y ahora establecido como red mundial), y a abordar cuestiones como por qué había pocas chicas que se interesaran por las carreras técnicas.

En ese contexto, en 2013 el Convent adquirió una impresora 3D, algo muy novedoso en ese momento y que contribuyó a dar visibilidad al equipamiento, tanto a nivel local como europeo. En Barcelona, somos un proyecto satélite de la Xarxa d’Ateneus de Fabricació.

A nivel del centro cívico, progresivamente hemos integrado el trabajo de MakerConvent de forma transversal en el conjunto de actividades formativas y culturales, buscando ofrecer actividades para todo tipo de público. Podríamos decir que la misión de MakerConvent es establecer puentes entre la fabricación digital propia del llamado mundo maker y la ciudadanía en general, con una fuerte vertiente educativa que hemos ido descubriendo poco a poco. Y en cierta forma, estas actividades operan como una “masilla” que conecta distintas áreas de actuación del Convent y también le vinculan al entorno del barrio.

¿Podríais ilustrar ese carácter transversal y de conexión que tiene MakerConvent?

Sí, hay conexiones entre el trabajo de prototipado y fabricación digital de MakerConvent y las actividades de apoyo a la creación y de educación para distintos públicos que definen el centro cívico. Y de algún modo este espacio se ha convertido en un servicio más del Convent para el barrio. Cuando se lanza la convocatoria a la creación de instalaciones audiovisuales o interactivas de la Mostra Sonora i Visual, por ejemplo, se ponen a disposición los recursos y el acompañamiento de MakerConvent para los creadores que los requieran. De esta forma, este espacio ha ayudado a impulsar la carrera de algunos artistas emergentes en estos ámbitos.

Por otra parte, ofrecemos actividades educativas y formativas en torno al edumaking (es decir, la “educación maker” relacionada con la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las artes y las matemáticas, es decir las disciplinas “STEAM”) para todo tipo de públicos, desde niños y niñas hasta personas mayores. Actualmente estamos centrados sobre todo en la oferta para personas adultas (con introducciones a Arduino y al mundo maker) y las actividades para familias, niños y niñas, y jóvenes: existe una relación muy simbiótica con el proyecto de dinamización y participación juvenil JAC (Joves Acció Convent), por ejemplo.

Y también hay muchas colaboraciones con centros educativos y organizaciones sociales de nuestro entorno: ofrecemos espacio para algunos talleres del Casal de Joves Palau Alòs, y colaboramos con el proyecto “Cooperem en la diversitat”, una iniciativa del distrito que busca fomentar la inclusión de las personas con diversidad funcional. De hecho, una exposición surgida de este marco, sobre cómo la impresión colaborativa 3D puede ayudar a mejorar las condiciones de vida de las personas con diversidad funcional fue reconocida en el marco de los premios ADI FAD Cultura.

Hacéis mucho hincapié en la dimensión educativa y social, ¿verdad?

En efecto: siempre buscamos que las actividades tengan un retorno social y reviertan en el barrio, y en la práctica también nos hemos caracterizado por ofrecer actividades muy inclusivas, en distintos sentidos. Es frecuente que entre los participantes de los talleres y proyectos haya personas con diversidad funcional y algunas personas jóvenes con trastornos del espectro autista, por ejemplo.

Quizás también lo podemos relacionar con nuestra interpretación del movimiento maker, pues creemos que es necesario un pensamiento crítico y constructivo que acompañe al uso de la tecnología y el aprendizaje relacionada con esta. Frente a otras visiones más individualistas, y vinculadas al do it yourself (“hazlo tú mismo”), nos parece más interesante el do it together (“hagámoslo juntos”): si lo haces junto a otros y explicas el proceso mientras tanto, es más enriquecedor y divertido.

Lo reflejamos en su día en el libro Deconstruyendo el Manifiesto Maker, y hemos tomado inspiración de ámbitos como el critical making, que conlleva plantearse por qué “hacemos” y entender el making como una opción política, que permite alejarse de la producción en masa y acentuar el empoderamiento y el aprendizaje. Un ejemplo de ello también podría ser el taller sobre expresión artística en el espacio público que hicimos en el último curso de verano para jóvenes, reivindicando el espacio público como algo que progresivamente se ha perdido y que queremos recuperar.

Dentro de este mundo, que es muy amplio, nuestra línea es especialmente educativa, social, ciudadana. Ahora hay mucha gente utilizando la robótica y la impresión, y para nosotros lo que interesa es el proceso de aprendizaje, asumir que la fabricación digital es compleja y lenta, y forma parte de una curva de aprendizaje. Esta aproximación genera interés también afuera, y la hemos reflejado en la guía de actividades educativas para makers elaborada en el marco del proyecto europeo Makerspace for Inclusion.

¿Hay algún proyecto que os genere especial satisfacción?

“Grans Makers”, que permitió implicar a personas mayores que pasaban por el Convent pero no participaban en ninguna actividad, fue muy interesante. Hicimos ocho sesiones para debatir qué cosas podían hacer las máquinas para ellas, y esto condujo a producir una serie de elementos que mejoraban su vida cotidiana. Por su parte, el Club de les Inventores i els Inventors es una actividad semanal de creación y tecnología desde la visión maker, para chicas y chicos, que a su vez busca destacar el papel de las mujeres en relación con la tecnología.

También tiene mucho éxito el MakerCamp de verano, que responde a un modelo originario de EEUU pero al que damos una vuelta, reforzando la dimensión educativa y el trabajo en torno a cuestiones que se escapan de lo habitual: vivienda y urbanismo sostenible, medio ambiente, etc. Cada año recibimos bastantes más peticiones que las plazas disponibles.

Y, por último, la pandemia del Covid-19 nos ha desafiado y es importante poner en valor que el servicio no se ha parado en ningún momento. Ya desde la segunda semana de confinamiento estábamos ofreciendo actividades en formato virtual, cuando este es un proyecto que de entrada se basa en la presencialidad y el uso de máquinas. La verdad es que todo el mundo lo ha asumido muy bien: el curso de introducción al mundo maker que ofrecemos para adultos ha tenido una participación excelente, y por otra parte hemos creado unas #makercaixes para las participantes del Club de les Inventores, con distintos materiales e instrucciones para trabajar en casa.

¿Qué experiencia tenéis en relación con los ODS?

Los descubrimos hace unos años y los incorporamos a algunos MakerCamps, y nuestra intención es seguirlo haciendo, cada vez con más continuidad. Lo que tienen los ODS es que son muy tangibles en cuanto a las temáticas y desafíos que plantean, y los vemos como una oportunidad para que los niños y niñas, que tienen mucha imaginación, piensen en soluciones.

Hicimos un ejercicio centrado en los distintos hábitats humanos, explorando varias cuestiones relacionadas con los ODS desde la perspectiva de alguien que viviera en una isla del Pacífico. Y en el Club de les Inventores también se hizo una versión del robot de código abierto OTTO, imaginándolo como un robot que nadaba y podía recoger los microplásticos que contaminan el mar. Bastante del trabajo que hacemos también tiene que ver con el reciclaje de materiales y la “economía circular”. En el fondo, de nuevo, se trata de verlo como una oportunidad para el aprendizaje y la reflexión, y el proceso de facilitación por parte de los educadores y educadoras es muy importante.

Muchas gracias por compartir tantas experiencias y reflexiones.