En la entrega anterior presentábamos la nueva colaboración editorial de Trànsit Projectes, una alianza con lxs argentinxs rgc Ediciones que busca acercar algunos de los títulos emblemáticos del sello especializado en publicaciones acerca de la gestión y la políticas culturales. Nuestro primer trasvase transatlántico ha traído dos títulos a nuestras librería de Barcelona. Valorizar lo propio, potenciar lo común’ de Diego Benhabid y Ricardo Santillán Güemes, sobre el que ahondábamos antes, y ‘Política cultural y desacuerdo’ de Alexandre Barbalho, en cuyas páginas se nos que propone salir del terreno conocido, e incluso autocomplaciente, para experimentar la cultura como desacuerdo. “Es cierto que la cuestión relativa a la necesidad de “sacudir” el campo cultural es anterior a la situación de crisis que transitamos. Sin embargo, la coyuntura crítica actual no hace más que reforzar el mensaje: no es tiempo para una cultura conveniente, ni práctica ni cómoda”. dice Barbalho. Como parte del lanzamiento en España, os compartimos aquí el prólogo que hemos escrito para la edición de este título en este lado del mundo.

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LA CULTURA COMO TERRENO PROBLEMÁTICO: REIVINDICAR UNA CULTURA CRÍTICA Y UNAS POLÍTICAS CULTURALES PARA LA CONSTITUCIÓN DE LO COMÚN…

(Prólogo a la edición española del libro Política cultural y desacuerdo. rgc: 2021)

¿De qué forma debemos repensar las políticas culturales en un momento de crisis de las instituciones formales de la democracia; y de la confianza en ellas por parte de la ciudadanía? ¿Hasta qué punto las políticas culturales, tal como las entendemos habitualmente, no suponen renunciar al potencial crítico de la cultura? ¿El sistema de producción cultural, qué parentescos guarda exactamente con el sistema de producción tal como la economía y la economía política lo consideran?

Estas son algunas de las preguntas de fondo que Alexandre Barbalho plantea a lo largo de las páginas del presente ensayo, una profunda reflexión sobre el lugar de la cultura y las políticas culturales en la sociedad contemporánea. La propuesta de Barbalho parte de una consideración general sobre el significado de la cultura, remarcando su dimensión crítica, para analizar después las implicaciones que esta debería tener para las políticas culturales. Al analizar las tendencias de las políticas culturales en las últimas décadas, poniendo en comparación diferentes contextos geográficos, Barbalho observa que pese a la aparente centralidad que se ha ganado al respecto, la capacidad de sostener la dimensión crítica de la cultura se ha ido desvaneciendo.

POLÍTICA CULTURAL Y DESACUERDO analiza así un amplio repertorio de fuentes, que convierten sus páginas en una excelente introducción a las numerosas aproximaciones entrono al papel contemporáneo de la cultura y a los modelos existentes de política cultural. Centrándose especialmente en los contextos del liberalismo procesal (propio de EEUU, pero con implicaciones en muchos otros contextos) y el liberalismo sustantivo (identificado con Francia, pero también visible en otros países) y observando algunas de sus similitudes en la práctica.

De esta forma, Barbalho examina algunos de los aspectos clave del debate sobre las políticas culturales en la actualidad. Entre ellas la reivindicación de la cultura como espacio legítimo de intervención, con una justificación propia y no condicionada por finalidades de orden económico o social; la forma en que las fuentes de financiación de la cultura (públicas, privadas, de fundaciones filantrópicas, etc.) condicionan la producción cultural, y la conveniencia de garantizar espacios de autonomía para esta producción. ¿De qué modo la acción del estado debería contribuir a la existencia de una pluralidad de manifestaciones culturales? O qué nos dicen las políticas culturales de la calidad de una democracia?, son algunas interrogantes más de las muchas que planean alrededor de las tesis de este libro, unas más explicitas, otras asomando sugerentes entre las líneas.

Una de las cuestiones subyacentes en la reflexión que el lector está por atestiguar, es el perímetro conceptual y de acción del que se han dotado tradicionalmente las políticas culturales. Pese a reivindicar su vínculo con aspectos antropológicos, de valores y de reflexión crítica, el marco efectivo de las políticas culturales institucionalizadas suele ceñirse a las expresiones artísticas y al patrimonio. Además, en general la política cultural se desvincula de las cuestiones estructurales del debate democrático; e invita muy poco a un diálogo amplio y de fondo sobre los valores y prioridades de la acción pública en cultura.

Ante ello, Barbalho anima al lector a reconocer la cultura como terreno problemático, y a reivindicar una cultura y unas políticas culturales que sirvan para fundamentar la constitución de lo común. Lo anterior reivindicando la dimensión política de la cultura y su valor intrínseco, no condicionado a expectativas de impacto económico o social. Así, desde la perspectiva del desacuerdo propuesta por Jacques Rancière, Barbalho invita a reafirmar la centralidad del desacuerdo como aspecto consustancial en una sociedad democrática, y como motor de la vida cultural a la que deberíamos aspirar.

Reconocer esta centralidad conlleva reflexionar acerca de las condiciones necesarias para que la tensión entre la cultura como orden y la cultura como desorden pueda subsistir. Tanto para que la diversidad de manifestaciones culturales y perspectivas existentes en la sociedad se pueda desplegar, superando exclusiones y desigualdades; como para poder recuperar un terreno común de debate y diálogo en el campo cultural y democrático. Se trata, en última instancia, de facilitar, desde la política, la recuperación del carácter crítico de la cultura.

Y aquí cabe, quizá, citar otro concepto de Rancière que si bien no aparece de forma explícita entre las palabras de Barbalho, ronda de igual manera toda la reflexión. Nos referimos a la idea de la emancipación, un concepto rancièriano que nos gusta mucho emplear desde Trànsit Projectes como una suerte de superación del tan manido argumento del empoderamiento a través de la cultura. Rancière define el estado de servidumbre alrededor de este concepto como aquel en el que aceptamos el reparto desigual de las capacidades y, a partir de esta desigualdad, hacemos nuestra la sensación de no ser capaces de otro mundo o de otra vida mejor1. El problema de la emancipación, dice al respecto la filósofa barcelonesa Marina Garcés (2019) «no depende entonces sólo del acceso al saber, sino de la posibilidad de poder entrar en igualdad de condiciones en la disputa sobre quién puede saber qué, desde dónde se otorga validez a nuestros saberes y qué consecuencias tienen sobre cómo vivimos».

Un enfoque de estas características se nos antoja como una clave posible para pensar críticamente la cultura y sobre todo las políticas vinculadas a ella. Aspirando a lo que, justamente, nos convida Alexandre Barbalho en estas páginas: la generación, otra vez, de mecanismos que fundamenten la constitución de lo común. Confiamos entonces en la contribución que implica para el debate entorno al papel de la cultura en la sociedad (y la centralidad imperativa de las políticas culturales), el poder incorporar a nuestras reflexiones una perspectiva como la que aborda POLÍTICA CULTURAL Y DESACUERDO, desde su diversidad de voces, puntos de vista, contextos y visiones críticas.

Trànsit Projectes, abril 2021

1Garcés, Marina (2018). Emancipación. En Humanidades en acción (pp. 19-28). Barcelona, España: Editorial Rayo Verde.