Ortega y Gasset defendía el oficio de informar como una actividad intelectual de primer orden. Todo periodista tiene que aspirar a ser un periodista cultural, decía por otro lado Juan Cruz tras recibir el premio nacional a este oficio el pasado 2012. El periodismo es una apuesta de la cultura, es escritura, es arte y es también compromiso con la realidad, agregaba acertadamente Cruz reivindicando, justamente, el papel de la prensa de vocación cultural.

En los últimos años hemos asistido a un doble fenómeno que de alguna forma se vincula ampliamente con las preguntas y augurios sobre la vigencia y actualidad de esta rama de nuestro sector. Por un lado los soportes digitales y las libertades de acción que el open publishing y las redes sociales han generado, dan clara evidencia de una incesante actividad creativa que va multiplicando en número y tipología a los actores que intervienen en esta acotada labor informativa. Por el otro los diferentes problemas asociados a la crisis económica actual han llevado a numerosas iniciativas, empresas, organizaciones y medios culturales a verse obligados a disminuir su actividad o incluso abandonarla por completo.

De las nuevas demandas del público, al opinismo desmesurado y torpe; de la todavía incierta cadena de valor, a la democratización de medios de producción y posibilidades de acceso. De los nuevos grupos de poder y opinión, a la autogestión y hasta el autobombo. ¿Qué espacio ocupa el periodista cultural en este nuevo escenario? ¿Qué transformaciones, mutaciones y muertes anuncian estos cambios? Y sobre todo ¿Qué nuevas propuestas y opciones redentoras del periodismo cultural estamos viendo emerger y circular por estos días?

Mucho papel y palabras se han gastado aludiendo a anticipadas defunciones y muertes: del papel, del libro, de la industria editorial, de los periódicos y los medios de comunicación como los conocemos hasta ahora; y, por supuesto, de las revistas y suplementos culturales. Pero lo que unos ven como un inevitable final, para otros no resulta más que la oportunidad para explorar otras maneras de hacer, o, incluso, de recuperar fórmulas olvidadas ante el ruido de fondo de la nueva modernidad.

Lo cierto es que si fuésemos optimistas nos daríamos cuenta de que el panorama cultural al que asistimos hoy, es el más rico y variado que ha habido en mucho tiempo. Es por ello que hemos querido anotar aquí estas ideas, encaminándolas a un muy somero estado de la cuestión en materia de iniciativas de periodismo cultural. La más reciente propuesta de Anatomía de la Edición, una de sus certeras infografías sobre el entorno cultural de España, nos ayuda a pensar este panorama pues se trata, justamente, de una tabla periódica sobre las revistas culturales en el país. Sin embargo, la idea generadora de estas notas no está ligada exclusivamente a este interesante mapa, nos la ha sugerido un comentario en el muro de facebook de Jorge Carrión que rellena ciertos vacíos en la tabla de Anatomía de la Edición.

Las ideas apuntadas a lo largo del post se convierten entonces en un pretexto para reproducir aquí lo que el autor ilurense nos propone: ¿Estamos asistiendo una reactivación del periodismo cultural? nos preguntamos juntos. La lista que ofrece Carrión es por demás acertada: OrsaiJotdownDiarioKafkaAnfibiaMongoliaCometaOtra Parte Digital, Microrevista… La lista de Carrión combina iniciativas nacionales y latinoamericanas, centrándonos sólo en el territorio español, nosotros agregaríamos proyectos en vías de consolidación como Sigueleyendo; propuestas que buscan en la mutación su supervivencia como El Estado Mental (primero una revista, ahora un repositorio de audio y podcast); excelentes apuestas que complementan la trayectoria de una revista ya consolidada como EÑE y su festival de literatura; o incluso la iniciativa de Revista de Letras por destacar a los agentes independientes y blogers que están contribuyendo con su trabajo a la transformación de este escenario. Sin dejar de lado, claro, a las grandes supervivientes que no han cesado sus empeños en continuar un camino abierto ya desde hace años y que tampoco han mermado su calidad ante presiones de ningún tipo: Culturas, Quimera, El viejo topo, Trama & Texturas, Exit, Arte y parte, Ojo de Pez, Litoral, Letras Libres, por mencionar sólo algunas de nuestra preferencia.

Entre la administración de la notoriedad, la crítica activa de productos culturales o la crónica de la actualidad de nuestro tiempo, el periodismo cultural sigue luchando por su vigencia. Todas las propuestas mencionadas, consolidadas o emergentes, antiguas o futuras, desde el papel, desde lo digital o desde muy particulares modelos híbridos, buscan a su manera llenar los vacíos dejados por los proyectos que ya han caído en este convulso presente, y reinventarse en este nuevo panorama mediático. El escenario más que incierto puede parecer alentador, entusiasmémonos pues con el trabajo de estos nuevos agentes y ya valoraremos si hay o no un verdadero resurgimiento.