Desde el año 2009 ITD Projectes (Trànsit Projectes), de la mano de Matucana 100, Tàndem y Vanessa de Britto, con el apoyo de la agencia AECID, ha puesto en marcha el proyecto Eje Central, una iniciativa para la emprendeduría sostenible y el desarrollo cultural que busca […]combinar las herramientas procedentes de las prácticas de la gestión cultural (planificación, evaluación, gestión en red, atención a la diversidad y utilización de las TICs) con la adopción de modelos y prácticas procedentes de la creación de empresas y del fomento del desarrollo económico local. El objetivo es hacer viables proyectos culturales existentes, de vocación inclusiva y con objetivos de incidencia en el territorio, en los países de Bolivia, Perú y Chile.
A lo largo de estos cuatro años de trabajo, un gran número de organizaciones y agentes culturales independientes han tendido lazos o puesto en marcha iniciativas en diferentes territorios en riesgo de exclusión social. Durante el último periodo de trabajo, el ciclo que va de 2011 a 2013, nos hemos dado a la tarea de reunir las diferentes experiencias en una publicación. El resultado es un conjunto de textos que no hablan únicamente del proyecto en sí, sino que toman a Eje Central como el motor y la inspiración para reunir ciertos temas y visiones que han atravesado el hacer de la red durante estos años.
Mariana Pfenniger (ITD – Trànsit Projectes), coordinadora del proyecto y de la publicación junto a Joan Pedregosa (ITD – Trànsit Projectes), relata en esta pequeña introducción, incluida dentro del libro, los orígenes del proyecto Eje Central, los pormenores de estos años de trabajo, y las ideas que han dado origen a la edición. Si deseas acceder a los contenidos de EJE CENTRAL: Seis dimensiones del trabajo colaborativo para el desarrollo cultural, puedes visionarlo y descargarlo de forma gratuita en nuestra biblioteca de publicaciones o directamente en nuestra estantería de issuu.
Preocupaciones, ocupaciones y otras cuestiones.
Por Mariana Pfenniger ITD – Coordinadora Eje Central
Comencemos con un poco de historia. En 2009, seis centros culturales de 3 países sudamericanos iniciaban un proyecto conjunto. ¿El objetivo? Potenciar su sostenibilidad a partir de la aplicación de ciertos aspectos vinculados al emprendimiento, reforzando algunas herramientas procedentes de la gestión cultural.
Dos proyectos en Perú –Arena y Esteras en Villa El Salvador y Centro Cultural Centenario en Chimbote– coordinados por Tándem Gestión Cultural para el Desarrollo, dos proyectos en Chile –CECAL en Chillán y Centro Cultural de Casablanca en Casablanca– coordinados por Matucana100 y dos proyectos en Bolivia –El Búnker en La Paz y mARTadero en Cochabamba– coordinados inicialmente por Vanessa de Britto y luego por Fundación Imagen comenzaron a explorar junto a ITD este mundo de la sostenibilidad y la emprendeduría en cultura.
No trabajábamos con emprendedores. Pero buscábamos potenciar actitudes y conceptos de emprendedores. También buscábamos “aislar” momentáneamente del día a día a los responsables de los proyectos para que pudieran entrar en esta especie de laboratorio, donde se podía mirar con ojo crítico el actuar de todos, donde se podían proponer soluciones alternativas, donde nos comparábamos entre pares, donde se nos obligaba a mirar el futuro deseado para poder planificar el presente.
En una segunda fase de Eje Central, los proyectos participantes reorientaron su actuación hacia los colectivos en riesgo de exclusión. Buscábamos que aquellos aspectos relevantes de la primera fase se pudieran transferir en el fomento a la inclusión de estos grupos. En general, los proyectos ya tenían contacto o trabajaban con este tipo de colectivos, por lo tanto no se trataba de buscar relaciones nuevas, sino de poner el foco de las actividades de Eje Central en el trabajo con ellos. Cada uno desde su perspectiva y con las herramientas que le resultaran más útiles en la fase anterior: hubo quien potenció el trabajo en red, quien realizó actividades específicas como parte de del plan de desarrollo de públicos, quien realizó un festival dando espacio de visibilización a artistas provenientes de colectivos históricamente excluidos. Hasta aquí la historia, cutting the long story short.
Fuera del espacio Eje Central, en el último tiempo hemos visto cómo el emprendimiento, la emprendeduría y el emprendedor han pasado a pertenecer al grupo de las palabras “estrella”. Están en todas partes, son parte del mainstream. Y se han instalado en el sector cultural. Hoy incluso parecen ser la salida válida, la opción de moda para aquellos que, por motivos a veces muy ajenos a sus capacidades personales y profesionales, han perdido un empleo por cuenta ajena en cultura. Se presenta como una opción al alcance de todos, y casi una obligación si se trata de estar acorde a los tiempos. Un concepto fancy para denominar lo que antes era, lisa y llanamente, ser autónomo. Pero no se trata de eso.
El emprendimiento no es la opción válida para todo el mundo ni la solución para todos los proyectos en todos los sectores. El emprendimiento no es la solución a todos los males. Ni es la manera glamorosa de llamar al “buscarse la vida”. Emprender no es subsistir. Y sin duda el emprendimiento no soluciona los problemas a los que se enfrenta la cultura como sector, o al menos no todos.
Hecho este preámbulo en torno a los límites que ponemos al hablar de emprendimiento, tenemos el convencimiento de que, en algunos casos, la actitud y las herramientas de un emprendedor pueden potenciar procesos y puede permitir salidas no evidentes. Creemos, sobre todo, en la necesidad de cuestionar, de probar, de equivocarse. En la idea de la “obsesión” como energía concentrada en hacer que el proyecto nazca, evolucione, crezca, mute… Creemos que emprender no tiene que ver con ser joven. Al contrario, la experiencia es algo que aporta y mucho a los emprendimientos: ¡bienvenidos los emprendedores que ya han probado, que ya han fracasado, que ya conocen el terreno! Creemos en la necesidad de pensar en lo que queremos conseguir y enfocar (¡y seleccionar!) los recursos necesarios para ello. En que hay herramientas que nos pueden ser útiles, pero no dejan de ser eso…herramientas y no “verdades absolutas”. Herramientas que pueden servir en nuestro contexto…o que quizás debemos adaptar para que sirvan.
Esta acercamiento al emprendimiento ha venido acompañado, en el caso de Eje Central, por la búsqueda de la sostenibilidad de los proyectos. Existe la tendencia a asociar la sostenibilidad exclusivamente con un tema económico, sin embargo el concepto es relevante desde otras ópticas complementarias. Tan fundamental es que sea sostenible económicamente como que lo sea conceptualmente. O socialmente, o medioambientalmente. El concepto de sostenibilidad, por tanto, se amplía y nos obliga a observarlo desde los diferentes ángulos posibles. Son necesarios los recursos para ejecutar el proyecto, eso es evidente, pero es tan importante como eso que el proyecto sea sostenible conceptualmente, socialmente. El desafío estará en combinar estas sostenibilidades, que no hacen más que reforzarse mutuamente.
En este marco, hay una serie de temas que, desde la óptica Eje Central, nos resultan interesantes y son los que hemos querido reunir en esta publicación. No se trata de estudios en profundidad, sino de ideas que nos rondan, que nos aportan. Y en esa lógica hemos querido ampliar las voces y no hablar únicamente desde el núcleo de Eje Central. Hemos querido incorporar las voces propias y las de proyectos –y de personas que realizan proyectos– que alimentan los conceptos que han atravesado Eje Central en su última edición.
Hablaremos de emprendimiento, porque no podemos dejar de hacerlo, desde nuestra experiencia. Pero lo complementaremos con una propuesta metodológica para iniciar proyectos en código de participación. Hoy, cuando nos declaramos en plena época de los “co” (coproducir, colaborar, cooperar…), nos enfrentamos a cierta confusión de términos y a una actitud más basada en la voluntad que en claridad de conceptos, formas, resultados. La propuesta busca resultar una herramienta útil y clarificadora para aquellos que inician un proyecto en clave de participación.
Esta era de los “co” nos obliga a hablar de redes y conexiones. Por una parte desde la óptica digital, que ha ido transformando las lógicas de producción y consumo. Por otra parte, desde el trabajo en red y las experiencias de creación de redes en contextos culturales concretos. La visión parcial de las redes como “aquello digital” se amplía tanto desde las formas de hacer con lo digital como desde las perspectivas de tecnologías sociales de trabajo en red, sin pasar por lo digital.
Por otra parte, el trabajo en red y la lógica participativa nos llevan a replantear, o al menos a cuestionarnos el rol de los centros culturales en el territorio. Ese potencial participativo pone a los proyectos culturales en una posición de facilitadores, por un lado, y catalizadores, por otro. Facilitadores al hacer posible el acceso al capital cultural por parte de la población. Por generar centros donde antes habían periferias –territoriales, conceptuales, institucionales…–. Por mantener en el centro a las personas, cuando los procesos de “modernización” las dejan fuera. Catalizadores de aquellas iniciativas que nacen de los artistas, de la población, de la interacción entre el arte y la realidad. De la contaminación entre ideas diversas. De la mutación de proyectos. ¿Qué papel juegan los centros culturales en los territorios?¿Que papel deberían jugar?
No es infrecuente que estos centros culturales, o proyectos culturales concretos, se encuentren orientando su labor total o parcialmente a colectivos en riesgo de exclusión. Le suponemos a la cultura el valor de la cohesión social. Le suponemos un aporte a todo ser humano. Le suponemos la capacidad de motivar el pensamiento crítico. Le suponemos capacidad de inclusión. Proponemos aquí visiones diferentes en este sentido: la del artista que busca provocar “cambios” en el trabajo con estos colectivos, y la del trabajo en cultura desde el propio colectivo –barrio en este caso– históricamente marginado. La visión desde los propios márgenes y la visión desde fuera de los márgenes.
En cualquier caso, la gestión atraviesa nuestro quehacer. Somos gestores, no creadores. O al menos en el contexto Eje Central llevamos puesto el sombrero de gestores. Y desde esa figura, desde el propio gestor, se propone una mirada crítica a nuestro hacer. A la adopción de modelos estandarizados. Se nos llama a poner la atención en los contextos.
Por último, y como elemento que hemos defendido desde el inicio de Eje Central, proponemos una reflexión sobre la cooperación sur-sur. Estamos seguros de que las capacidades están y quizás los contextos –más similares entre sí que entre el norte y el sur– facilitan y hacen más coherente y más aprovechable el intercambio de experiencias. ¿Cuáles son las bases para potenciar esta colaboración?¿Qué podemos esperar de ella?
Estos seis grandes bloques estructuran el contenido de esta publicación. Como se mencionó anteriormente, son temas que nos preocupan, que nos ocupan. Abrimos la reflexión a compañeros del norte y del sur, y esperamos que esta primera reflexión sea un punto de partida para contrapuntos, profundizaciones y futuros temas de reflexión.
Para terminar, hemos querido graficar las intervenciones que se han hecho dentro del proyecto Eje Central II. La descripción gráfica de la implementación en cada centro cultural contribuye a reforzar ciertamente las infinitas formas de acercarnos a una realidad, de aplicar conceptos, de adaptar herramientas.
Ahí radica parte de la riqueza de la red que se ha creado a partir de Eje Central: en la diversidad de miradas, en la complementariedad de maneras. Por sobre todo, en la responsabilidad y la confianza en la capacidad de incidencia de la cultura y de los profesionales que trabajan para ella.
Si deseas acceder a los contenidos de EJE CENTRAL: Seis dimensiones del trabajo colaborativo para el desarrollo cultural, puedes visionarlo y descargarlo de forma gratuita en nuestra biblioteca de publicaciones.