Ha vuelto a ocurrir. Está ocurriendo. La Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) amenaza la supervivencia de otro de los lugares culturalmente emblemáticos de Barcelona. Esta vez se trata de la Librería Sant Jordi, pequeña y muy singular librería con más de 30 años de antigüedad situada […] en número 41 de la calle Ferrán, en el epicentro de una de las zonas que más ha padecido los efectos de la famosa ley. Como es sabido la LAU obliga a renegociar las condiciones pactadas para el alquiler de antigüedad a precio de mercado en un periodo de dos décadas. Aprobada en 1994, la entrada en vigor de la ordenanza a inicios de este año ya se ha cobrado casi un centenar de víctimas. En su mayoría locales históricos con lustros (más de un siglo en algunos casos) de actividad ininterrumpida. Establecimientos que no sólo representan un legado arquitectónico para la ciudad, sino que son el ejemplo vivo de las formas de comerciar, trabajar, vivir y convivir de una Barcelona que va borrando poco a poco muchos de sus rasgos distintivos.

Entre las casas dedicadas al comercio del libro que ya han bajado la persiana están algunas tan antiguas como la Platón de la calle Balmes, operando por más de 44 años. La librería Catalónia, en servicio durante 82 años y superviviente de guerras, incendios y crisis económicas previas a la actual. La también octogenaria librería Canuda, a un costado de La Rambla; o la no menos significativa Roquer, en los Jardinets del Paseo de Gràcia desde 1981. A su lado farmacias, jugueterías, colmados, tiendas de género y un número importante de bares y bodegas han desaparecido ya del imaginario urbano barcelonés. El principal obstáculo es la imposibilidad de competir con los precios de alquiler que mega empresas de penetración global son capaces de cubrir por un lugar en las zonas más cotizadas de la ciudad. Lo que antes era una librería de viejo es hoy la sucursal de una cadena de ropa; lo que antaño era una botica ahora es una sede de McDonalds; lo que hace apenas unos años fue una camisería, será muy pronto una franquicia de zapatillas deportivas o la sucursal de una conocida marca de teléfonos inteligentes.

Dicho así parecería que nos enfrascamos en un afán anquilosado y orgullosamente nostálgico. Parecería que damos la espalda al presente y somos uno de esos recelosos cultivadores de lo que ya se fue. Nada más lejos de la realidad. La indignación, la impotencia y el desánimo que nos provoca ser testigos de cada una de las “defunciones” de estos locales, está centrada precisamente en nuestra búsqueda constante de modelos sostenibles y contemporáneos. En nuestra inquietud por encontrar prácticas coherentes con la realidad más rabiosamente actual en lo que a emprendimientos vinculados a la cultura se refiere. La larga lista de locales que han ido muriendo a causa de la entrada en vigor de la LAU no puede entenderse de otra forma que no sea bajo el prisma cultural. Es imposible, a nuestro entender, que una nueva vía para el desarrollo de proyectos de innovación que se pretenden emprendedores se impulse sin darle valor al patrimonio intangible y material. Es imposible, según entendemos, que se reactiven actividades o se regeneren nuestras sociedades si no damos un lugar de privilegio a lo que nos precede. No se trata de un afán museístico, historicista u ornamental; se trata de priorizar urgencias y sobre todo de reconocer qué somos y qué queremos seguir siendo. Lo que ocurre ahora mismo con proyectos históricos como la Librería Sant Jordi a punto de desaparecer, no es más que un síntoma de un modelo de explotación empeñado en esfuerzos para la generación de ingresos a corto plazo. Un modelo que se muestra incapaz de prever el desarraigo cultural, la homogenización y el vaciado de contenido al que se está condenando una ciudad que sólo con sus activos histórico-culturales tendría para competir con las grandes capitales turísticas de Europa.

Si meses antes apoyábamos y diseminábamos desde este espacio la valiente iniciativa de la Librería Documenta para sortear el obstáculo de esta ley, hoy queremos invitar a todos nuestros lectores a unirse a la recaudación de firmas que la Sant Jordi está llevando a cabo para intentar bloquear su inminente cierre. El objetivo es más sencillo que su predecesora: acogerse al reciente Pla Específic de Protecció i Suport als Estableiments Emblemátics, que si bien es sólo una medida de carácter momentáneo, puede apartar a una serie de locales catalogados como “emblemáticos y patrimoniales” de las consecuencias que provoca la LAU. La invitación es, de alguna forma, no sólo a incidir sobre el destino de un local necesario, particularísimo y rico en capital cultural como sólo lo puede ser una antigua librería; la invitación es también a insistir en la puesta en valor de los espacios que, como nosotros, hacen ciudad, ciudadanía y cultura.