En El ruido eterno, el crítico musical del New Yorker Alex Ross abre sus reflexiones con una sentencia que por práctica parecería muy simple, pero que en realidad encierra mucho de historia y mucho de sensibilidad sobre la música: a la larga, dice, toda música actúa sobre sus oyentes por medio de la misma física sonora, agitando el aire y despertando extrañas sensaciones […] Y agrega redondeando con certeza la imagen: la belleza (sonora) puede atraparnos en lugares inesperados. A la sentencia de Ross habría tal vez que completarla con una postura más radical pero también más poética. Una reflexión sobre el sonido, o, en su defecto, sobre la ausencia del sonido. Dice John Cage en su libro Silence: donde quiera que estemos, lo que oímos es, fundamentalmente, ruido. Cuando lo ignoramos, nos perturba, cuando lo escuchamos, nos resulta fascinante.

Física del sonido, aire que se agita, extrañas sensaciones que nos despiertan; la belleza inesperada, el silencio y el ruido; la fascinación de los hallazgos sonoros… la música… El conjunto de conceptos parece el idóneo para describir y recrear una apuesta cultural consolidada en Barcelona desde hace una década. Hablamos de la Mostra Sonora i Visual del Convent de Sant Agustí que, inaugurada ayer, festeja su décimo aniversario. Una celebración no sólo para ofrecer su ya habitual muestrario actualizado de la creación contemporánea en el ámbito de la imagen y el sonido (tanto a nivel local como internacional), sino también para hacer un recuento por los cientos de propuestas y proyectos que han transitado por sus escenarios, talleres y espacios expositivos desde el año 2000.

En esta ocasión al habitual line-up de músicos y artistas exhibiendo sus instalaciones interactivas y actuaciones en directo, se agrega un apartado especial de experiencias y talleres para niños y familias. En un notable esfuerzo tanto por abrir la programación a los diferentes públicos y colectivos del barrio en el que la muestra se realiza; como de continuar evolucionando en los contenidos de un evento que cada vez gana más adeptos. Porque hablar de experimentación sonora y vanguardia musical no tiene que significar, necesariamente, un espacio para iniciados o un evento cerrado y carente del interés general.

Como pocas áreas de especialización de los llamados centros cívicos de proximidad de Barcelona, la de arte sonoro abanderada por el Convent de Sant Agustí, ha encontrado un espacio por cubrir entre las programaciones culturales de la ciudad. A un grado tal que el festival que ya compite por un lugar insignia entre la oferta de su tipo. Basta ver el paseo de Gràcia haciendo eco de la cita para la experimentación sonora del Convent con los bellos (y vanguardistas) carteles ilustrados por Julia Rubio a partir de partituras gráficas, a la manera de los trabajos de John Cage, Cornelius Cardew, Brian Eno o el grupo Fluxus.

Así que no queda más que reivindicar este evento como un espacio que nos concierne y nos pertenece a todos en la ciudad. Porque hay otras manera de agitar nuestro aire, otras maneras de despertar extrañas sensaciones, otras maneras de fascinarnos con los hallazgos sonoros, otras maneras de dejarnos atrapar por la belleza inesperada, otras maneras, en fin, de escuchar… y, seguro, más de alguna está en la Mostra Sonora i Visual del Convent de Sant Agustí. O como decía el propio Cornelius Cardew: Nuestro ‘gran patrimonio musical’ no se encuentra en los surcos inmutables de los miles de discos transmitiendo las grandes voces del pasado. Se encuentra en el enriquecimiento de ese algo primitivo que todos llevamos dentro: nuestra respuesta viva al presente existente.