¡Matadme!, ¡por favor matadme¡, para volver a nacer y tener la oportunidad de ser un niño de la Sant Andreu Jazz Band. Eso fue lo que pensé la primera vez que vi y escuché a este grupo de pequeños músicos celebrando el día del swing en la Plaça Reial de Barcelona […] Desde entonces los he perseguido a cuánto escenario han trepado con sus versiones de los grandes del jazz. Escuchándoles en todos los formatos y alineaciones posibles: en big band, en combo, en trío, en solo; las chicas, los cadetes, los graduados que ya son profesionales… Siempre con el corazón embelesado y el regocijo que sólo puede producir el contagio de tanto placer hacia la música.

El proyecto de la Sant Andreu Jazz Band nació en un ya lejano 2006 dentro de la Escuela Municipal de Música de Sant Andreu, como un grupo instrumental más dentro del programa de cursos ofertado por el centro. Sin embargo, el empeño de su líder, el reconocido músico y profesor Joan Chamorro, le ha permitido crecer a un grado tal, que la banda podría considerarse sin exageración como uno de los proyectos culturales más exitosos de la ciudad de Barcelona dentro de la última década.

Pero el éxito no es, que también, la abundante presencia del proyecto en los medios de comunicación; o el numeroso público que ha ido reportando la banda en cada una de sus presentaciones. Tampoco es, que también, que la Sant Andreu haya sido encumbrada en un precioso documental Kids and Music, en el que nos invitan a ser testigos del proceso de aprendizaje y los momentos más representativos de estos diez años de trayectoria de la agrupación. Tampoco lo es incluso, que también, que el trabajo de Chamorro con estos chicos haya merecido los elogios de grandes estrellas del jazz contemporáneo como la que le dedica el saxofonista Jesse Davis: la comunidad mundial del jazz va a agradecértelo algún día, dice Davis a Chamorro, lo que has hecho con estos chicos es un gran servicio a esta música, a quienes amamos esta música… No, el éxito es lo que se ve en el escenario: el ejemplo de lo que el arte y la cultura son capaces de ofrecer; la evidencia de que el aprendizaje es algo más que datos y ortodoxia.

Yo les veo allí parados en la tarima, dominando sus gigantes saxofones, sus trompetas, sus contrabajos que a veces son incluso más grandes que sus pequeños cuerpos. Los he visto y los veo, sosteniendo sus Armstrogs, sus Ellingtons, sus Millers, sus Bechet, sus Vaughans, sus Fitzgeralds, y no encuentro más que una renovada esperanza en los rostros de los que escuchan a mi lado. Porque si en algún lugar existen posibilidades para que la cultura siga siendo un motor de transformación, es en esas pequeñas historias, en esas pequeñas vidas que ya han sido tocadas por el arte. Porque si en alguna parte queda todavía lugar para entender la cultura como un dador de sentido para la vida y la realidad, está en esas tardes que yo imagino para estos chicos. Echados sobre el suelo o sobre la cama de sus habitaciones infantiles, escuchando atentos y quiméricos una versión de Whisper Not, de Goergia on my mind, de I don’t mean a thing, de Easy Money

Lo que digo, me disculparán, lo digo embriagado de un entusiasmo que, para ser sincero, a estas alturas de la realidad me resulta casi inédito. Pero me atrevo a él porque lo secunda el propio artífice del milagro, Joan Chamorro, cuando dice: ¿es pretencioso que intenten imitar un sonido que les ha enamorado para conseguir que los demás se enamoren de él? Y él mismo se responde, como si no fuera consciente de que ya lo ha conseguido: Quiero que el proyecto se haga mayor para que la gente compruebe qué música son capaces de hacer unos niños de nueve y doce años, y para provocar que otros chicos se enamoren de ella…

Yo, como puede verse, ya me declaro enamorado y con ese arrebato instalado entre mi cuerpo, os convido a visionar por vuestra cuenta este acontecimiento; a través del ya mencionado Kids and Music. La película la firma Ramon Tort con el apoyo del Canal 33 y en un año de publicación en youtube, ha conseguido la nada despreciable cifra de 25.800 visualizaciones. Luego de tantas confesiones amorosas no queda más que animaros a disfrutar. Porque un día ustedes y yo, también nos soñamos niños, y éramos música en todos sus modos: jónicos, saltarines, juguetones; según la hora, calmos, pero siempre alegres; dóricos, ligeramente melancólicos; reclamando atención; frigios, lidios, activos, mixolidios, aeólicos, locrios, raros… poco habituales… y por lo mismo geniales.

[Kids and Music. Ramon Tort. A DIVINOCONCEPTO Production 2013]