En medio del intenso debate actual acerca de las propiedades, las intermediaciones, los costes, las retribuciones y los derechos de la cultura, el escritor Gabriel Zaid propone en su último artículo para Letras Libres un interesante y desbocado recorrido por la presencia del adjetivo eximente (independiente, autónomo, emancipado, soberano… libre) dentro de la historia de la cultura: Instituciones de la cultura libre.

El verdadero saber –nos dice Gabriel Zaid– no está en las aulas, ni en las universidades, está en los libros. Las burocracias culturales estrangulan al arte. Marx, Freud, Einstein, Picasso, Le Corbusier, que marcaron las tendencias dominantes del siglo XX, crearon y pensaron por su cuenta y riesgo, en libertad.

Flota entre las sentencias de Zaid la naturaleza histórica de la cultura como un bien compartido y universal. La idea de origen de una cultura de intangibles que rechaza, al menos en sus búsquedas de partida, la materialidad, la burocracia y las recurrencias de la administración pero que, una vez sujeta a su propio ritmo de supervivencia y crecimiento (cabría hablar aquí también de profesionalización y gestión de la cultura) se va nublando es sus libertades hasta institucionalizarse casi por completo. Mientras el mapa trazado por Zaid siga siendo vigente y verosímil, hay poco de qué preocuparse, la naturaleza y las búsquedas estéticas, de conocimiento y de lectura de la realidad que la cultura implica por sí misma, exigirán siempre el surgimiento de nuevos estratagemas o procedimientos para acercarla a una palabra que, no nos olvidemos, debería acompañarle en todo momento: libre.

Dice Gabriel Zaid a lo largo de su artículo:

La cultura libre nace en el mundo comercial. Gutenberg era empresario, Leonardo contratista, Erasmo freelance. Nace al margen de la universidad, y hasta en contra. Erasmo, Descartes y Spinoza rechazaron dar cátedra universitaria. No querían ser profesores, sino contertulios y autores. Frente al saber jerárquico, autorizado y certificado que se imparte en las universidades, prefirieron la conversación y la lectura”.

La cultura libre prospera en la animación y dispersión del diálogo y la lectura libre: las imprentas, librerías, editoriales, revistas, cafés, tertulias, salones, academias; los teatros, grupos de músicos, cantantes y danzantes, casas de música, galerías, talleres de arquitectos, pintores, escultores, orfebres. Prospera en las microempresas de discos, radio, cine y televisión, mientras son artesanales: no integradas a monopolios mediáticos. Prospera en los blogs y otras formas de publicación en la internet, que nació del Estado, pero se volvió un instrumento de la cultura libre, a pesar de intentos de control vertical”.

Por esta misma dispersión y fragmentación, la cultura libre no es vista como institución: como una especie de República Creadora. Y, sin embargo, es la principal institución creadora y difusora de innovaciones desde el Renacimiento. Es el centro sin centro de la cultura moderna, más importante para la innovación que las grandes universidades.”

Puedes leer aquí el artículo completo de Gabriel Zaid Instituciones de la cultura libre en la revista Letras Libres de mayo de 2013.