Hace más de un año circulaba por las redes, y por nuestros espacios de trabajo más cercanos, la noticia a voces sobre el lamentable cierre del Centro de Creación y Pensamiento Contemporáneo de Mataró Can Xalant […]. Un espacio que tuvimos el gusto de gestionar durante sus 7 años de prácticas artísticas y de reflexión. 7 años que ejemplifican muy bien las posturas más solidas de esta casa acerca de la promoción de capitales culturales, y del papel de estos como herramientas para incidir en la realidad social y el territorio. Independientemente de la lista de argumentos, económicos, discursivos, políticos, ignorantes algunos, que se dieron para justificar su cese de actividades, el centro generó una intensa actividad creativa que tendió numerosos puentes con su entorno más inmediato: la ciudad de Mataró; y estableció además un diálogo constante entre los creadores locales y diferentes agentes, artistas y pensadores a nivel nacional e internacional.

Unos meses más tarde de aquella noticia a voces, el cierre definitivo del centro se hizo oficial. Ante la impotencia, muchos interesados, desde creadores y antiguos colaboradores de Can Xalant, hasta espectadores individuales o ciudadanos mataronís vinculados de alguna forma con la cultura, manifestaron de distinta manera su descontento por la pérdida. Pasados los meses la reflexión obligada toma otros derroteros, más cercanos al análisis de la complicada situación actual, pero también a los necesarios replanteamientos constantes sobre la actividad de espacios como Can Xalant, y, sobre todo, acerca de la naturaleza de lo expositivo. Algo que desde su primer día, el centro tuvo como dogma personal. Reflexiones todas que han ido materializándose en otros espacios, en otros proyectos, en otras ideas e iniciativas. Sin embargo, la reciente exposición Un dilema. El arte contemporáneo y la inversión en la incertidumbre, del Centro Arts Santamónica de Barcelona, ha reactivado no sólo la nostalgia, sino el ímpetu por pensar críticamente acerca de las numerosas taras que la Xarxa de Centres d’Art de Catalunya ha ido acumulando en los últimos tiempos.

Por este motivo, Pep Dardanyà, antiguo director de Can Xalant, se ha dado a la tarea de compartiros esta pequeña reflexión a raíz de su visita a la mencionada muestra, y de la presencia en ella de uno de los emblemas más recientes del desaparecido espacio mataroní. La conocida roulotte amarilla. 

ARTES DE PESCA. Por P.D.

El otro día, caminando por la Rambla de Barcelona, me encontré con una gran grúa hidráulica instalada al borde de uno de los andadores; su brazo soportaba en el aire una pequeña caravana, justo delante del edificio de Arts Santa Mònica. La roulotte, de color amarillo intenso, no pasaba desapercibida a los paseantes. Me detuve y observé detenidamente el movimiento ondulatorio que realizaba sobre nuestras cabezas, hasta que aterrizó en la plataforma exterior del centro. Aquel era el lugar decidido para ser expuesta en el contexto de la muestra, Un dilema. El arte contemporáneo y la inversión en la incertidumbre, que se inauguraría dos días después. Una exposición cuyo propósito ha sido, según sus impulsores, visibilizar proyectos artísticos producidos o exhibidos en los centros que conforman la Xarxa de Centres d’Art de Catalunya. Efectivamente, la roulotte en cuestión era la CX-R, el artefacto móvil que se había producido en el Centre de Creació i Pensament Contemporani de Mataró, como parte del proyecto We Can Xalant, realizado por el colectivo A77, formado por los arquitectos argentinos Lucas Gilardi y Gustavo Dieguez, conjuntamente con Pau Faus, artista i arquitecto catalán. Su proyecto había sido el ganador de la convocatoria Disonancias, en la que participaba Can Xalant como proyecto gestionado por Trànsit Projectes. La prótesis nómada Can Xalant-Roulotte, así la bautizamos, pretendía ser una extensión del centro hacia el exterior, con el objetivo de poder realizar proyectos en el espacio público, con la participación de colectivos que no fueran usuarios habituales del centro de producción. Uno de los proyectos que se realizó con la caravana fue Camping, Caravaning, Arquitecturing, de Miquel Ollé y Sofia Mataix, ganadores de la convocatoria iD#6 Ceci n’est pas une voiture, impulsada entre Can Xalant e Idensitat. Este es precisamente el proyecto que se muestra dentro de la caravana expuesta en la rampa de Arts Santa Mònica tal como se mostró en ACVic, Centre d’Arts Contemporànies en la exposición Aixó no és un Museu. Artefactes mòbils a l’aguait, un proyecto expositivo producido conjuntamente entre ACVic y Can Xalant y comisariado por Martí Peran.

¿Por qué cuento todo esto? En primer lugar, porque en la exposición no se explica ni se expone con claridad este proceso, y es importante para entender el proyecto. En segundo lugar, porque me parece relevante como un ejemplo representativo de las estrategias y de las tácticas de colaboración y de coproducción utilizadas en la gestión del centro, que se convirtió en un referente internacional. Y en tercer lugar, porque la manera de exponer un proyecto de estas características tal y como lo hace Arts Santa Mònica, me parece significativo para entender la desmembración de los centros que conforman la Xarxa de Centres d’Art de Catalunya. La roulotte colgada de la grúa en medio de La Rambla me pareció una metáfora perfecta de esta descomposición y de la perversidad implícita en la exposición de los proyectos realizados en estos centros. Proyectos en su mayoría consolidados que se están cerrando o simplemente reorganizando, por usar el eufemismo del argot político, por cuestiones de viabilidad económica, cuando todos sabemos que las razones no son tan solo económicas, sino evidentemente ideológicas.

Sentí indignación y tristeza al entrar como espectador a la muestra; los proyectos realizados en Can Xalant se contabilizan como proyectos del MAC (Mataró Art Contemporani), una sospechosa continuación, o secuencia como se define en el texto introductorio, de Can Xalant, diez meses después de su clausura. El cierre fue ejecutado por el Ayuntamiento de Mataró pero con el consentimiento y total apoyo del Departament de Cultura de la Generalitat, la misma institución que ahora, impulsa y financia íntegramente el proyecto expositivo de Arts Santa Mònica. La compleja perversidad de esta situación contrasta con la ingenua simplicidad de las propuestas y contenidos del nuevo proyecto propuesto por el Ayuntamiento de Mataró. El MAC se postula como la continuidad natural de Can Xalant, un giro perverso digno de quienes se insinúan como sus responsables. Pero, lo más triste e indignante, es que Can Xalant no es más que uno entre muchos otros casos. La funcionalización de los centros de producción de la Xarxa no es solamente una estrategia para reducir costes: es una estratagema política e ideológica con el objetivo de controlar directamente las directrices de las producciones culturales y de paso a los propios creadores. La Xarxa, se ha transformado en una red trampa que se cierra como un arte de pesca. Sálvese quien pueda.

 Un comentario de los autores del dispositivo CX-R.

Cuando trabajamos juntos con Pau Faus en el proyecto de las rulots amarillas (We Can Xalant) jamás nos imaginamos en qué iba a terminar. La incertidumbre -palabra que ornamenta el título de la muestra “Un dilema”-, estaba en si acaso íbamos a poder finalizar su construcción. Aquella era una incertidumbre basada en la noción de integridad porque apelaba al espíritu colectivo del trabajo. Jamás nos imaginamos que la roulotte terminaría aterrizando en la rampa del Santa Mónica, el edificio de Piñón-Viaplana que estudiábamos con dedicación en los años de formación como arquitectos. Tampoco imaginamos que continuaría ejerciendo su condición nómade. Pero mucho menos que ese pequeño módulo iba a ser menos efímero que la institución que lo cobijó. Extrañamos a Can Xalant y todo lo que no le dejaron seguir inventando.

Repudiamos la manipulación del proyecto, el intento por disimular que aquella rulot es sólo el resto sobreviviente de un naufragio, el mascarón de proa de una red de centros de arte ficticia y desmantelada.

Nos avergüenza contemplar tanto esa pieza como todas las obras de los centros de producción artística catalanes que la Generalitat/CiU ha cerrado. Nos resulta inquietante el intento por demostrar que todo eso forma parte de un continuo sin cambios y que nada allí pareciera haber ocurrido.

 Gustavo Diéguez y Lucas Gilardi (a77), autores del proyecto We Can Xalant